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¿El Profeta Muhammad expandió el Islam mediante la espada?

Espada

“Estuve convencido más que nunca de que no fue la espada la que ganó un lugar en Islam en aquel tiempo en el esquema de la vida”. Mahatma Gandhi

Por: Ibrahim H. Malabari

Es una creencia muy extendida la de que Islam se extendió por medio de la espada. Hay dos principales razones que señalan que, de hecho, este no fue el caso.

Primero, el Mensajero de la Misericordia, el Profeta Muhammad (la paz sea con él), proclamó que se atendría a los mandamientos de Dios. Y contrariamente a forzar a la gente a aceptar el Islam, Dios prohibió explícitamente la conversión forzada:

No hay coacción en la religión. (Al-Baqara 2:256)

Hay una historia interesante relacionada con la revelación de este verso. Un hombre, que era uno de los compañeros del Profeta, tenía dos hijos que habían abrazado el cristianismo antes de la aparición de la religión de Islam. Los dos hijos llegaron a Medina junto con un grupo de cristianos, y su padre insistía en que ambos debían hacerse musulmanes. Sin embargo, ellos se negaban a la petición de su padre y llevaron el caso frente al Profeta. El padre preguntó: “Oh Profeta de Allah, ¿Cómo puede una parte de mí entrar en el infierno mientras yo miro?” Fue entonces cuando Dios reveló el verso mencionado, que prohíbe cualquier coacción en la religión. Así, los dos hijos del hombre tuvieron libertad para seguir siendo cristianos. El Mensajero de la misericordia no les forzó a hacerse musulmanes según el deseo de su padre.

En otro verso, el Corán dice:

Y si tu Señor quisiera, creerían todos los que están en la tierra. ¿Acaso puedes tú obligar a los hombres a que sean creyentes? (Yunus 10:99)

Todos admiten, incluso aquellos que acusan al Profeta de conversiones forzadas, que el Profeta era una persona temerosa de Dios que Le obedecía de todo corazón en todo. ¿Cómo, entonces, podría violar estas órdenes divinas explícitas?

Existen incluso incidentes registrados con autenticidad en los que el Profeta recomendó a ciertos individuos que no aceptaran Islam por un tiempo, a causa de su seguridad. En un ejemplo, una persona con el nombre de ‘Amr bin ‘Abasah As-sulami llegó a Meca de una distancia lejana para abrazar el Islam. Era un tiempo en el que los musulmanes eran perseguidos en Meca y era extremadamente difícil encontrarse con el Profeta. De alguna manera, ‘Amr consiguió encontrar al Profeta y expresó su deseo de aceptar Islam. El Profeta, sin embargo, le dijo que no debía tomar el Islam en ese momento, ya que la situación entre el Profeta y su gente era peligrosa. Luego el Profeta le aconsejó a ‘Amr que volviese con su familia hasta que la victoria del Profeta se hiciese patente. No fue sino hasta 7 u 8 años después cuando ‘Amr se volvió a encontrar con el Profeta para abrazar Islam. Ciertamente, si el Profeta solo se hubiese preocupado de convertir gente a pesar de su propia seguridad, no habría aconsejado a ‘Amr que volviese con su familia a causa del peligro inminente.

Es cierto que el Profeta estaba muy por la labor de transmitir el mensaje de Dios y de guiar a la gente hacia la salvación. El Corán describe este ímpetu:

Y tal vez te vayas a consumir de pena en pos de ellos si no creen en este mensaje. (Al-Kahf 18:6)

Pero este entusiasmo nunca le motivó a convertir ni siquiera a una sola persona contra su voluntad.

Segundo, no hay ninguna prueba histórica que sugiera que el Profeta Muhammad actuase en contra del principio de que no debe haber coacción en la religión. No hay un solo ejemplo registrado en la vida detalladamente documentada del Profeta de un incidente semejante. A pesar de que algunos antiguos historiadores occidentales fomentaron estas pretensiones, estudios más recientes han demostrado que las conversiones no ocurrieron de repente a punta de espada, sino cuando la gente que vivía con musulmanes fueron aceptando su fe gradualmente, de manera genuina y voluntaria. De hecho, es como dice el orientalista George Sale: “Quien quiera que diga que el Islam se expandió por el poder de la espada, su palabra es un mero alegato, porque la espada ni se mencionó en muchos países y allí se expandió el Islam”.

Mahatma Gandhi, el padre de la nación India, una vez dijo: “Estuve convencido más que nunca de que no fue la espada la que ganó un lugar en Islam en aquel tiempo en el esquema de la vida. Era la estricta simplicidad, la completa humildad del Profeta, el escrupuloso cumplimiento de sus promesas, su intensa devoción hacia sus amigos y seguidores, su intrepidez, su valentía, su absoluta confianza en Dios y en su propia misión”.

El famoso historiador Gustave Le Bon declaró en su libro La Civilización Árabe: “El poder no fue un factor en la expansión del Islam; eso es porque los Árabes dejaban a la gente que derrotaban libres de practicar su propia religión”.

Otro famoso escritor europeo, Thomas Carlayle, dijo: “Acusar [al Profeta] de depender de la espada para que la gente respondiera a su llamamiento es un sinsentido incomprensible”.

La historia, la lógica, la objetividad y la investigación erudita, todo rechaza la noción de que el Profeta Muhammad impuso su religión a las masas reticentes. Fue la aceptación voluntaria y la completa convicción de la verdad del Islam lo que causó conversiones en masa en muchos países. Indonesia, Malasia, China y varios países surasiáticos son ejemplos vigentes de esta realidad. Podemos vislumbrar un destello de esto hoy día –aunque de una manera menos drástica– en Europa y Norteamérica, donde Islam es la religión con más rápido crecimiento.

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Fuente: Extraído del libro del autor Diez Preguntas y Repuestas acerca del Profeta Muhammad.

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