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La sociedad en la que nació Jesús

Jesús

Es importante conocer la sociedad que vio nacer a Jesús

Es muy importante examinar la vida de Jesús dentro del contexto definido por los hechos sociales y políticos que se producían en la sociedad que le vió nacer. Era esta una época de gran agitación en el mundo judío. A lo largo de su historia, los judíos han sufrido las consecuencias de invasiones constantes que serán estudiadas en detalle a lo largo de varios artículos en esta web. Debido a las derrotas y a la impotencia provocada por éstas, el fuego del odio seguía ardiendo en sus corazones. Pero incluso en los días más negros de su desesperación, una gran mayoría de los judíos mantuvo el equilibrio mental y siguió esperando a un nuevo Moisés cuya venida estaba descrita en la Torá. De él esperaban que bajo su mando conseguiría expulsar al invasor, anunciando con esto el reino de Jehová. El nuevo Moisés sería el Mesías, el Ungido.

Junto con este grupo coexistió, desde siempre, un sector de la nación judía dispuesto a adorar a cualquier nuevo sol naciente y a desplegar sus velas al viento dominante en cada situación para así sacar partido de su mala situación. Con esto conseguían riqueza y posición, tanto temporal como religiosa, pero se hacían odiosos al resto de los judíos que los consideraban traidores.

Aparte de estos dos grupos, había un tercero que se diferenciaba enormemente de los anteriores. Buscaban refugio en el desierto para practicar allí sin cortapisas las enseñanzas de la Torá y prepararse para combatir a los invasores cuando se presentara la ocasión. Durante este período, los romanos fracasaron en sus intentos por descubrir sus escondites y el número de estos patriotas continuó aumentando.

Josephus el Historiador describe a los tres grupos dándoles los nombres de Fariseos, Saduceos y Esenios respectivamente. De los Esenios se conocía su existencia pero sin que hubiera demasiados detalles. En los Evangelios no se menciona ni una sola vez la existencia de este grupo. Y es entonces cuando de forma repentina y sorprendente, aparecen en las montañas de Jordania cerca del Mar Muerto los documentos conocidos como los “Rollos del Mar Muerto”. Este descubrimiento sacudió los cimientos del mundo eclesiástico e intelectual. La historia del descubrimiento es la siguiente:

En el año 1947, un muchacho árabe que cuidaba un rebaño cerca de Qumran echó en falta una de las ovejas. A fin de buscar al animal decidió subir a uno de los montes cercanos. Durante la búsqueda llegó a la boca de una cueva donde pensó podía hallarse la oveja perdida. Lanzó una piedra al interior esperando oír el ruido de la misma al golpear contra el suelo. En vez del sonido de piedra contra piedra ovó un chasquido similar al producido por la rotura de un recipiente de barro. La imaginación del muchacho cobró alas. Pensó que quizás había descubierto la morada de un tesoro. A la mañana siguiente regresó a la cueva y con la ayuda de un amigo decidieron entrar.

En el interior encontraron varias vasijas de barro cocido rodeadas de fragmentos de cerámica rota.

Tomaron una de las vasijas consigo y al llegar al campamento donde vivían descubrieron con desilusión que todo lo que había en su interior era un rollo de cuero maloliente. Lo desenrollaron hasta que llegó a abarcar el interior de la tienda donde estaban. Era uno de los rollos que posteriormente se vendería por un cuarto de millón de dólares. Los pastores lo vendieron por unas pocas monedas a un sirio cristiano llamado Kando. Kando era un zapatero remendón y pretendió mostrar interés en el cuero para un posible uso en su profesión. Sin embargo Kando se había fijado que el rollo de cuero estaba escrito con unos caracteres que le eran desconocidos. Tras inspeccionarlo con más detalle decidió mostrarlo al arzobispo sirio del Monasterio de San Marcos en Jerusalén. Confiando ganar algún dinero, estos dos oscuros personajes llevaron los rollos de un país a otro. En el Instituto Oriental Americano de Jordania se descubrió que los rollos eran la copia más antigua conocida del Libro de Isaías del Antiguo Testamento. Siete años más tarde, el gobierno de Israel decidió llevarlos a Jerusalén para guardarlos en el Santuario del Libro.  A vista de pájaro hay unas seiscientas cuevas esparcidas por las colinas que dominan las orillas del río Jordán. En estas cuevas vivían los Esenios, una comunidad de gente que había renunciado al mundo y al gobierno de Roma puesto que, según su entendimiento, un judío auténtico sólo podía obedecer la autoridad de Jehová y no podía regirse por ninguna otra ley excepto la Suya. En consecuencia, y según sus creencias, cualquier judío que admitiera y viviera bajo el Señorío del Emperador Romano estaba cometiendo un pecado. Cansados de las pompas y apariencias de este mundo y abrumados por las incontrolables fuerzas que inevitablemente producen el conflicto y la autodestrucción, los Esenios buscaban refugio en el silencio de los acantilados que se alzaban en las orillas del Mar Muerto. Se retiraron a la soledad de las cuevas para poder así concentrarse en una vida de pureza y alcanzar la salvación. A diferencia de muchos de los judíos del Templo no utilizaban el Antiguo Testamento para enriquecerse sino que intentaban vivir siguiendo sus doctrinas. Al llevar este tipo de vida esperaban alcanzar la perfección y la santidad. Su objetivo era ser un ejemplo, ante el resto de los judíos, de cómo abandonar el camino que llevaba a la destrucción, camino que los Esenios veían demasiado cercano, a no ser que los judíos siguieran la Palabra de Dios. Los Esenios compusieron canciones gnósticas que embriagaban más allá de lo que puede expresarse con palabras los corazones de quienes las oían y cantaban. Una de las canciones dice que la vida de un gnóstico es comparable a un barco en medio de la tormenta. Otra describe al gnóstico como un viajero que atraviesa un bosque lleno de leones cuyas lenguas son como espadas. Al comienzo del camino el gnóstico experimenta los mismos dolores que la mujer primeriza que da a luz. Si aguanta con éxito el sufrimiento recibe la iluminación que procura la Luz perfecta de Dios. El gnóstico comprueba entonces que el hombre es una criatura vana y vacía hecha de arcilla amasada con agua. Al haber pasado con éxito por el crisol del sufrimiento, aguantando los límites de la desesperación y la duda, obtiene ahora paz en la agitación, alegría en la tristeza y una nueva vida de felicidad en el dolor. Es entonces cuando se descubre rodeado del amor Divino. En esta etapa de la existencia, lleno de profundo agradecimiento, se da cuenta de que ha sido rescatado del pozo y elevado a las alturas. Camina entonces bajo la Luz de Dios, erguido y sin doblegarse ante la fuerza bruta del mundo. Antes del descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto se sabía muy poco de los Esenios. Plinio y Josephus los mencionan, pero los historiadores posteriores los ignoran casi por completo. Plinio los describe como una raza aparte con características superiores a ninguna otra en este mundo.

“No tienen esposas, renuncian al placer sexual, no tienen dinero… El número de adeptos crece paulatinamente debido a la gran cantidad de gente que es atraída por su forma de vivir.., de esta manera, su estirpe dura desde hace miles de años a pesar de que nadie nace en ella”.

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