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La puerta a una nueva vida, Islam

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Mi mente y mi corazón confluyeron en un mismo punto y pude abrir la puerta a una nueva vida, Islam. ¡Alhamdulillah!

Cada nuevo musulmán, cada musulmán en general, posee en su memoria un libro de momentos y detalles sobre su relación con Allah. Es complicado plasmarlo con palabras, y es mucho más complicado resumirlo y elegir un momento sobre otro. Ésta es la historia de un camino que en un momento se bifurca y de cómo a veces las personas vemos claramente en un momento lo que nunca antes pudimos ver.
Pasé mi infancia y adolescencia en una ciudad pequeña, arropada por mi familia pero sintiéndome siempre diferente; siempre hubo algo que latía dentro de mí y no sabía qué era, y eso intensificó el deseo de salir y ver el mundo. Me mudé muy joven a Madrid, con 18 años, donde encontré esa ansiada libertad y pude perderme entre la gente y los edificios. Viví alejada de cualquier inquietud espiritual, en la superficie de mi vida. No profundizaba más allá porque pensaba que no lo necesitaba, a pesar de sentir siempre que faltaba algo.
Con 26 años acepté un trabajo en Estados Unidos; me alejé de mi zona de confort y me adentré en lo desconocido. No puedo narrar aquí cada uno de los momentos de mi vida en los que sentí que me estaba equivocando porque necesitaría páginas y páginas, pero sí he de mencionar aquel punto y final que a la vez fue punto de partida en mi vida espiritual.
Era invierno, el invierno más duro en aquella zona en los últimos diez años −eso decía la gente−. Me vi envuelta en una situación complicada, pero eso era algo constante en mi vida en aquel momento: el miedo, los gritos, llorar…; sobre todo el miedo. Eso es lo que más recuerdo, los nervios y la ansiedad. A través de la ventana del coche sólo veía oscuridad; la miraba fijamente, intentaba adivinar qué había… Un bosque, montañas, la naturaleza… Supongo que era el reflejo de mi propio interior. Pero en ese momento algo cambió; desesperada, preguntándome cómo había llegado hasta allí, cuántas decisiones equivocadas había tomado y cuál de ellas me había llevado a aquella situación, como si eso importara en ese instante… En ese momento recé por primera vez en mi vida. De una manera rudimentaria e infantil recé, pedí ayuda a Dios. De manera espontánea, sin pensar en mis dudas teológicas de los últimos años siquiera, lo sentí como un acto instintivo. Primero pedí perdón por mis errores, por mi ceguera, por vivir en la superficie y negar mi alma constantemente. Y pedí que me sacara de allí, pedí otra oportunidad. Sin reflexionar, sin temor, en medio de esa escena de desesperación, gritos y locura, hice esa petición. Y esa posibilidad me tranquilizó. Pasé de la total desesperación y rechazo hacia mí misma a una calma total. Los gritos no cesaron, pero yo ya no los escuchaba. Esa noche terminó, salí de allí y mi vida continuó, pero no pude olvidar aquel pensamiento nuevo para mí. No quise abandonar esa idea y comencé a explorarla y a pedir ayuda a gente de mi alrededor. Y ese fue el principio de todo. Mi verdadero cambio fue pasar de vivir en el vacío a asumir que Dios está ahí y que le necesitaba.
Durante mi adolescencia y juventud había caminado por un sendero cuyo fin era un abismo al que llegué aquella noche. Había dos opciones, precipitarme al vacío o prestar atención a ese otro sendero que se abría junto a mí en ese momento y que antes no podía ver. Mi verdadero cambio interior sucedió cuando entendí que no estaba sola, que había sido creada y que realmente existía un camino que podía tomar. Tiempo después vino la inquietud por saber cómo responder a esa llamada, cómo encontrar la manera de agradecer tan sólo levemente y en la medida de mis posibilidades la segunda oportunidad que se me brindaba. Mis sentimientos y mi intelecto me llevaron al Islam.
Y en ese punto empezó mi historia de nuevo. A veces miro hacia atrás y me duele; no comprendo dónde estuve y cómo llegué allí, pero he llegado a la conclusión que cada error del pasado y cada decisión equivocada fue otro paso más en la dirección que estaba marcada para mí y que debía llevarme exactamente a ese momento en el que mi mente y mi corazón confluyeron en un mismo punto y pude abrir la puerta a una nueva vida. ¡Alhamdulillah!

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