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Los profetas eran humanos

Humanos profetas

Todos los profetas, sin excepción, fueron humanos y no seres divinos. Eran siervos de Allah.

Todos los enviados tenían la calidad de humanos

Todos los profetas y mensajeros eran seres humanos y, como tales, eran mortales.
A todos ellos les llegó la hora y pasaron a la otra vida, como a todo ser humano.
Este es el caso con Jesús y lo es también con el Profeta Muhammad, que Allah le bendiga y le dé paz.
Para ilustrar esta realidad, relataremos los momentos de la muerte del último de los mensajeros y, en particular, cómo Abu Bakr As-Siddiq reaccionó.

Abu Bakr era el más grande de los compañeros, era sabio, valiente y conocedor de la realidad mencionada.
Podríamos estar semanas hablando de Abu Bakr y de sus virtudes, pero para no hacerlo demasiado extenso vamos a ir ya al final de la vida del Mensajero de Allah que, estando ya en la enfermedad que le haría reunirse con su Señor pidió a sus mujeres que le echaran agua de siete pozos distintos para así bajar la fiebre y cuando bajó la fiebre reunió a sus compañeros y tras advertir a la gente que no criticaran a Usama por una misión que él mismo le había encomendado, dijo:

Un siervo de Allah al que se le ha permitido escoger entre este mundo y el que ha de venir, ha escogido la última vida”.

Los Compañeros se quedaron en silencio, esperando que dijera algo más, el único que comprendió lo que realmente estaba diciendo fue Abu Bakr que no pudo contener su emoción y con las lágrimas cayendo sobre su rostro dijo: “¡No, Mensajero de Allah! Permítenos que seamos tu rescate, nosotros, nuestras esposas y nuestros hijos”.

El Mensajero volvió a retirarse a sus aposentos y ordenó que fuera Abu Bakr quien hiciera de Imam en la oración. El ponerle de Imam en la oración era un signo más por parte del Profeta de que él debía ser quien liderara a los musulmanes tras su muerte.

Y así, tras la muerte del Mensajero de Allah, tuvo lugar un episodio un tanto dramático ya que la mayoría de los musulmanes no podía creer que hubiera muerto; ‘Umar desenvainó su espada y afirmó que mataría a todo aquel que dijera que Muhammad había muerto.
Al enterarse de la noticia, Abu Bakr llegó corriendo y se encontró con Umar diciéndole a la gente que sólo los hipócritas creían en la muerte del Mensajero de Allah. Abu Bakr oyó las palabras de Umar y dijo: “Umar, guarda silencio un momento y presta atención”. Pero Umar era incapaz de contenerse. Abu Bakr comenzó a hablar a la gente que se reunía en torno a él como un rebaño de corderos confusos. Después de dar gracias y alabanzas a Allah, dijo:
“El que adoraba a Muhammad debe tener presente que Muhammad ha muerto. El que adora a Allah, Allah está vivo, Él nunca muere”. Luego recitó las siguientes aleyas del Corán:

“Muhammad es sólo un mensajero, antes del cual ya hubo otros mensajeros. Si muriese o lo mataran, ¿daríais la espalda? Quien da la espalda, no perjudicará a Allah en absoluto.
Y Allah recompensará a los agradecidos”. (Ali Imran, 3: 144)

Al oír estas palabras del Corán, Umar sufrió un desvanecimiento al darse cuenta de que Muhammad se había ido. Y, más tarde, dijo: Es como si nunca hubiese oído estas aleyas del Corán.

Con esto deducimos que ningún hombre tiene la cualidad de la inmortalidad, propia solo del Creador, Allah, el Eterno. Ni siquiera los profetas, que fueron los mejores hombres eran inmortales, eran seres humanos y siervos de Dios.

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