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Asesinato, saqueo, expolio, tributo y captura en el Cristianismo y el Islam (1/2)

Los mensajes divinos de Jesucristo y del Profeta Muhammad vinieron cuando la humanidad llevaba habitando la Tierra desde hacía miles, decenas de miles o, tal vez, cientos de miles de años.

Durante esos años, los mensajes divinos anteriores fueron enviados para guiar a la gente al camino recto. Sin embargo, con el paso del tiempo, el único camino recto fue sustituido por varios caminos torcidos y desviados, y el modo de vida moderado se transformó en un animal bárbaro. Tal cambio salvaje se reflejó en las guerras como la cima del conflicto humano.

Así, los conflictos humanos, especialmente las guerras, provocaron prácticas horribles e inhumanas, como matar, saquear, desvalijar, imponer tributos, capturar y otras prácticas perversas siglos antes de los nacimientos de Jesús y Muhammad.

Por lo tanto, ni el llamado “cristianismo”, ni el mensaje final del Islam presentado por el Profeta Muhammad introdujo la matanza, el saqueo, el despojo, el tributo o la captura simplemente porque esas prácticas eran anteriores a esas dos creencias.

Sin embargo, ¿no se supone que los mensajes celestiales refinan las prácticas, comportamientos y tradiciones humanas?

¿El cristianismo y el Islam lograron hacer eso, especialmente cuando se trata de las prácticas bélicas que prevalecían cuando llegaron? ¿O siguieron o incluso agravaron tales prácticas?

Busquemos la verdad acerca de este tema en las escrituras cristianas e islámicas y en la historia antigua.

Asesinato, saqueo, imposición de tributos y captura en el cristianismo

A pesar de la prohibición de matar y esclavizar en el cristianismo, observamos que el cristianismo aprueba la matanza, el saqueo, el despojo, el tributo y la captura según la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, así como en la historia del cristianismo más antiguo.

En consecuencia, el cristianismo no ha refinado las prácticas bélicas. Más bien siguió dichas prácticas e incluso les añadió barbarie y salvajismo.

El antiguo Testamento

Asesinato, saqueo y captura en el Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento aprueba matar a hombres, capturar mujeres y niños así como saquear, quemar y destruir. Por ejemplo, leemos:

“Y pelearon contra Madián, como Jehová lo mandó a Moisés, y mataron a todo varón. Mataron también, entre los muertos de ellos, a los reyes de Madián, Evi, Requem, Zur, Hur y Reba, cinco reyes de Madián; también a Balaam hijo de Beor mataron a espada. Y los hijos de Israel llevaron cautivas a las mujeres de los madianitas, a sus niños, y todas sus bestias y todos sus ganados; y arrebataron todos sus bienes, e incendiaron todas sus ciudades, aldeas y habitaciones. Y tomaron todo el despojo, y todo el botín, así de hombres como de bestias. Y trajeron a Moisés y al sacerdote Eleazar, y a la congregación de los hijos de Israel, los cautivos y el botín y los despojos al campamento, en los llanos de Moab, que están junto al Jordán frente a Jericó”. (Números 31: 7-12)

Asesinato de prisioneros en el Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento no solo aprueba la captura de mujeres y niños, sino que también aprueba matarlos, al igual que a los hombres, por no mencionar el saqueo, la quema, la destrucción y la mutilación. Por ejemplo, leemos:

“Y cuando los israelitas acabaron de matar a todos los moradores de Hai en el campo y en el desierto a donde los habían perseguido, y todos habían caído a filo de espada hasta ser consumidos, todos los israelitas volvieron a Hai, y también la hirieron a filo de espada. Y el número de los que cayeron aquel día, hombres y mujeres, fue de doce mil, todos los de Hai. Porque Josué no retiró su mano que había extendido con la lanza, hasta que hubo destruido por completo a todos los moradores de Hai. Pero los israelitas tomaron para sí las bestias y los despojos de la ciudad, conforme a la palabra de Jehová que le había mandado a Josué. Y Josué quemó a Hai y la redujo a un montón de escombros, asolada para siempre hasta hoy. Y al rey de Hai lo colgó de un madero hasta caer la noche; y cuando el sol se puso, mandó Josué que quitasen del madero su cuerpo, y lo echasen a la puerta de la ciudad; y levantaron sobre él un gran montón de piedras, que permanece hasta hoy”. (Josué 8: 24-29)

Acerca de la aprobación de matar prisioneros, leemos en el Antiguo Testamento: ” Si afilare mi reluciente espada, Y echare mano del juicio, Yo tomaré venganza de mis enemigos, Y daré la retribución a los que me aborrecen. Embriagaré de sangre mis saetas, Y mi espada devorará carne; En la sangre de los muertos y de los cautivos, En las cabezas de larga cabellera del enemigo”. (Deuteronomio 32: 41-42).

Por otra parte, el Antiguo Testamento ordena matar a hombres, mujeres y niños aún si son todavía bebés, por no hablar de vacas, ovejas, camellos y burros. Por ejemplo, leemos:

” Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos”. (1 Samuel 15: 3).

Tributo y esclavitud en el Antiguo Testamento

Cuando el Antiguo Testamento no ordena masacrar a otros pueblos, ordena a los Hijos de Israel que los esclavicen y los pongan en tributo. Por ejemplo, leemos:

” Pero no arrojaron al cananeo que habitaba en Gezer; antes quedó el cananeo en medio de Efraín, hasta hoy, y fue tributario”. (Josué 16:10).

También leemos: “Pero cuando los hijos de Israel fueron lo suficientemente fuertes, hicieron tributario al cananeo, mas no lo arrojaron”. (Josué 17:13).

Leemos además: “Cuando te acerques a una ciudad para combatirla, le intimarás la paz. Y si respondiere: Paz, y te abriere, todo el pueblo que en ella fuere hallado te será tributario, y te servirá. Mas si no hiciere paz contigo, y emprendiere guerra contigo, entonces la sitiarás. Luego que Jehová tu Dios la entregue en tu mano, herirás a todo varón suyo a filo de espada. Solamente las mujeres y los niños, y los animales, y todo lo que haya en la ciudad, todo su botín tomarás para ti; y comerás del botín de tus enemigos, los cuales Jehová tu Dios te entregó. Así harás a todas las ciudades que estén muy lejos de ti, que no sean de las ciudades de estas naciones. Pero de las ciudades de estos pueblos que Jehová tu Dios te da por heredad, ninguna persona dejarás con vida, sino que los destruirás completamente: al heteo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, como Jehová tu Dios te ha mandado; para que no os enseñen a hacer según todas sus abominaciones que ellos han hecho para sus dioses, y pequéis contra Jehová vuestro Dios”. (Deuteronomio 20: 10-18)

El nuevo Testamento

El asesinato en el Nuevo Testamento

El Nuevo Testamento cita a Jesús afirmando que no vino por la paz sino con una espada. Por ejemplo, leemos: ” No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa”. (Mateo 10: 34-36)

Además, el Nuevo Testamento cita a Jesús mandando a sus seguidores matar a aquellos que se niegan a creer en él. Por ejemplo, leemos: “Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos delante de mí”. (Lucas 19:27)

Tributos en el Nuevo Testamento

El Nuevo Testamento cita a Jesús aprobando los tributos. Leemos:

“Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra. Y le enviaron los discípulos de ellos con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no? Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario. Entonces les dijo:¿De quién es esta imagen, y la inscripción? Le dijeron: De César. Y les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”. (Mateo 22: 15-21).

La historia del cristianismo primitivo

Sin hablar del cristianismo moderno, en la historia del cristianismo primitivo hay numerosos casos de asesinato, saqueo, despojo, captura e imposición de tributos:

Masacre de Tesalónica (390 A.D.)

La masacre de Tesalónica fue una atrocidad llevada a cabo bajo el emperador romano Teodosio I (Teodosio el Grande), quien declaró en el 380 d. C. que el cristianismo trinitario niceno era la única religión imperial legítima.

Esta masacre se llevó a cabo en 390 d. C. contra los habitantes de Tesalónica, quienes se habían levantado en rebelión contra el Imperio Romano.

Las unidades del ejército enviadas a Tesalónica actuaron como si hubieran capturado una ciudad hostil y masacraron a varios miles de sus habitantes, incluidos hombres, mujeres y niños.

El historiador de la Iglesia Teodoreto cifra las muertes en cerca de 7.000, diciendo:

“La ira del emperador se alzó al más alto nivel, y él satisfizo su vengativo deseo de venganza desmontando la espada de la manera más injusta y tiránica contra todos, matando tanto al inocente como al culpable. Se dice que siete mil perecieron sin ninguna ley, y sin que se les impusiera sentencia judicial; sino que, como espigas de trigo en el tiempo de la siega, fueron cortadas”. (Teodoreto, Historia eclesiástica 5.17)

Masacre de Alepo (961 A.D.)

El 18 de diciembre de 961 d. C. los bizantinos llegaron a Alepo bajo el mando del emperador bizantino Nicéforo II Focas. Tenían un ejército enorme que superaba al ejército hamdaní en términos de personal y artillería. Por lo tanto, este último fue derrotado, y luego Alepo fue asediada y luego conquistada.

Los cristianos bizantinos llevaron a cabo una espantosa masacre y varias atrocidades. Así, pasaron a la gente de Alepo por la espada y prendieron fuego a casas, mezquitas, árboles, plantas y puntos de interés, incluyendo mercados y palacios, como el palacio de Sayf Ad-Dawla. También capturaron a miles de musulmanes y destruyeron Alepo.

Acerca de las atrocidades de Nicéforo, Ibn Kazir relató: “Llegó a Alepo al mando de doscientos mil soldados en 351 d.H y lo atacó. Como resultado, su gobernante Sayf Ad-Dawla huyó. Por lo tanto, Nicéforo lo asaltó y mató a un número incalculable de su gente, incluyendo hombres y mujeres. También arruinó la casa de Sayf Ad-Dawla, que fue el edificio más identificativo de Alepo, y saqueó sus propiedades y cosechó y desunió … Mató a los combatientes musulmanes en todos los lugares en los que atacó…” (Al-Bidayah Wa An-Nihayah, Ibn Kazir , El Cairo, 1932)

Cegamiento de los cautivos búlgaros (1014 A.D.)

Después de que Basilio II (Basileios II) hubiera ganado la batalla de Clidio (en julio de 1014) y capturado 15.000 prisioneros, cegó a 99 de cada 100 hombres, dejando a un hombre con un solo ojo en cada cohorte para que llevara al resto ante su gobernante. Samuel fue físicamente golpeado por la terrible aparición de su ejército ciego y murió dos días después, el 6 de octubre de 1014, después de sufrir un derrame cerebral. Es por eso que a Basilio II se llama el “Bulgaróctonos”.

Cegamiento del Emperador Romano IV (1072 d. C.)

El emperador bizantino Romano IV irrumpió en el Levante septentrional, y atacó, saqueó y masacró a la gente de Manbij. Entonces, el sultán Alp Arslan lo combatió y obtuvo una sorprendente e inesperada victoria sobre él.

Sin embargo, el sultán Alp Arslan trató de negociar un acuerdo de paz y armisticio, pero Romano IV rechazó de manera tajante cualquier acuerdo de paz o armisticio.

Posteriormente tuvo lugar la Batalla de Mancicerta entre musulmanes y cristianos bajo el mando de Romano IV. Los musulmanes lograron derrotar y capturar a Romano IV, a quien trajeron ante el sultán Alp Arslan, con quien tuvo la siguiente conversación histórica:

Alp Arslan recriminó:

-¡Ay de ti! ¿No te había ofrecido un armisticio?

Romano respondió:

-Deja de recriminarme.

Alp Arslan le preguntó:

-¿Qué harías tú si me derrotaras?

Romano IV respondió:

-¡Todas las ofensas! -y le preguntó:

-¿Qué harías tú si me derrotaste?

-¿Qué esperas y esperas que haga?- respondió Alp Arslan

Romano IV dijo:

-Me matarás o me deshonrarás en tu tierra. La tercera posibilidad es muy improbable. Es el perdón y la aceptación del rescate.

Entonces, el Sultán declaró:

-Resolví no hacer otra cosa que esa (la tercera opción).

Entonces, Romano IV fue rescatado por un millón quinientos mil dinares y la liberación de todos los prisioneros musulmanes en su país.

Así, el Sultán lo liberó y le dio provisiones y dinero suficientes para su viaje de regreso a casa. (Ad-Dhahabi, Siyar Alam An-Nubla, Prensa Ar-Risalah 18/416)

Es irónico que los bizantinos cristianos hicieron a su emperador cristiano Romano IV lo que el sultán musulmán Alp Arslan no hizo. Si hubiera permanecido bajo la custodia de los musulmanes, habría tenido un destino mejor.

Cuando Romano IV regresó a Constantinopla, fue destronado, cegado y exiliado a Proti. Poco después, murió como resultado del brutal cegamiento y de sus heridas.

Masacres de Jerusalén (1099 A.D.)

Durante la Primera Cruzada, los cruzados asaltaron Jerusalén el 15 de julio de 1099. Masacraron a todos los habitantes de Jerusalén, incluyendo hombres, mujeres y niños. Durante toda una semana profanaron la ciudad santa, donde mataron a todos y lo destruyeron todo.

Solo en los patios de la mezquita de Al Aqsa murieron unos setenta mil musulmanes.

Según Tyerman, los musulmanes fueron asesinados indiscriminadamente, y los judíos que se habían refugiado en su sinagoga murieron cuando fue quemada por los cruzados. Los prisioneros de Tancredo en la mezquita fueron asesinados. (Tyerman, Christopher, 2006) Las guerra de Dios: una nueva historia de las cruzadas. Crítica. ISBN: 9788498920772)

Cabe señalar que Jerusalén fue tomada por los musulmanes cuatro veces. En las cuatro ocasiones, los musulmanes no llevaron a cabo las terribles atrocidades que los cruzados hicieron.

La primera vez, a finales de abril de 637, Jerusalén fue conquistada por Umar ibn Al-Jattab, quien firmó con sus habitantes un acuerdo de paz, más conocido como “Pacto de Umar”, en virtud del cual Umar daba seguridad para ellos mismos así como para sus propiedades, iglesias y cruces.

La segunda vez, décadas después de la Primera Cruzada, Salah Ad-Dín Al-Ayoubi (Saladino), reconquistó Jerusalén el 2 de octubre de 1187. Entonces, aceptó un rescate razonable de sus habitantes y permitió que aquellos que no estaban dispuestos a pagar abandonaran indemnes Jerusalén.

La tercera, varios años después de la Sexta Cruzada, el rey Al-Nasser Daud conquistó Jerusalén el 7 de diciembre de 1239. Luchó y expulsó a los cruzados y proporcionó seguridad civil a los civiles.

En la cuarta, el rey Najm Ad-Din Ayoub conquistó Jerusalén en 1244. Luego, dio dos mil dinares egipcios como caridad y ordenó la reconstrucción de sus murallas.

Masacre de los habitantes Católicos Romanos de Constantinopla (1182 A.D.)

Es la masacre de los católicos occidentales de Constantinopla, la capital del Imperio Bizantino, más conocida como “Masacre de los Latinos”.

En abril de 1182, fue llevada a cabo por la población ortodoxa oriental de la ciudad. Como resultado, la comunidad católica latina o romana, estimada en 60.000 a 80.000 personas, fue aniquilada.

Las comunidades genovesas y pisanas fueron diezmadas, y unos 4.000 supervivientes fueron vendidos como esclavos al sultanato (turco) de Rum.

Los ortodoxos orientales y los católicos se veían unos a otros cismáticos.

Después de la derrota de la princesa latina María de Antioquía, que actuó como regente, Andronikos I Komnenos, que la reemplazó como emperador bizantino, permitió a la población ortodoxa oriental masacrar a los habitantes católicos romanos.

La masacre resultante fue indiscriminada: ni las mujeres ni los niños fueron salvados, y los enfermos latinos que yacían en camas de hospital fueron asesinados. Casas, iglesias y organizaciones benéficas fueron saqueadas. Los clérigos latinos recibieron una atención especial, y el cardenal Juan, el legado papal, fue decapitado y su cabeza arrastrada por las calles a la cola de un perro.

(Nicol, Donald M. (1992), Bizancio y Venecia: Un estudio en relaciones diplomáticas y culturales, Cambridge University Press, ISBN 978-0-521-42894-1).

El linchamiento del Emperador Andrónico I Comneno (1185 A.D.)

Antes de convertirse en un emperador bizantino, en 1141 A.D., Andrónico I Comneno fue tomado cautivo por los turcos selyúcidas y permaneció en sus manos durante un año entero. Los musulmanes no le hicieron daño, aunque él estaba luchando contra ellos.

Cuando fue rescatado, regresó a Constantinopla y posteriormente se convirtió en un emperador bizantino.

Cuando fue depuesto como emperador bizantino, fue capturado y entregado a la multitud de la ciudad y durante tres días fue expuesto a su furia y resentimiento, permaneciendo durante ese período atado a un poste y golpeado. Se le cortó la mano derecha, le arrancaron los dientes y el cabello, le arrancaron uno de los ojos y, entre muchos otros sufrimientos, se le echó agua hirviendo en la cara.

Finalmente fue llevado al Hipódromo de Constantinopla y colgado por sus pies entre dos pilares. Dos soldados latinos compitieron en cuanto a cuya espada penetraría su cuerpo más profundamente, y él estaba, según la representación de su muerte, destrozado. Murió el 12 de septiembre de 1185.

Masacre de Acre (1191)

Los cruzados sitiaron a Acre durante más de tres meses hasta que se rindieron el 12 de julio de 1191. El 20 de agosto del mismo año, los cruzados llevaron a cabo una masacre espantosa en Tal Al-Ayadiyah, donde mataron a más de 3000 prisioneros musulmanes junto con sus esposas e hijos.

Destrucción de Constantinopla (1204)

En 1204, durante la Cuarta Cruzada, los ejércitos cruzados asaltaron la ciudad, quemaron sus instalaciones públicas y privadas y profanaron sus iglesias.

Mientras que el objetivo ostensible de la Cuarta Cruzada fue la ocupación de Jerusalén a través de la invasión de Egipto, los Católicos Romanos Occidentales Cruzados ocuparon la ciudad ortodoxa oriental de Constantinopla, la capital del Imperio Bizantino, para utilizar sus riquezas para la Cruzada y unificar a todos los cristianos bajo la bandera la iglesia.

Sobre lo que sucedió a Constantinopla durante la Cuarta Cruzada, Sir Steven Runciman escribió:

“Durante nueve siglos, la gran ciudad había sido la capital de la civilización cristiana. Repleta de obras de arte que habían sobrevivido de la antigua Grecia, conservaba también obras maestras de sus propios y exquisitos artistas. Los venecianos, en efecto, conocían el valor de tales cosas. Siempre que podían, se apoderaban de tesoros y los llevaban para adornar sus plazas y sus iglesias y los palacios de su ciudad. Pero los franceses y los flamencos estaban llenos de ansia de destrucción. Se precipitaron, en turba aullante, por las calles y hacia las casas, arrebatando cualquier cosa brillante o destruyendo lo que no podían llevarse, y sólo se detenían para asesinar o violar o para abrir las bodegas de vinos en busca de refrigerio. No se libraron ni los monasterios, ni las iglesias, ni las bibliotecas. En la misma Santa Sofía podían verse soldados borrachos deshaciendo las colgaduras de seda y derribando el gran iconostasio de plata, que se hizo pedazos, al tiempo que los libros sagrados y los iconos eran pisoteados. Mientras ellos bebían alegremente de los copones del altar, una ramera se sentó en el sitial del patriarca y empezó a cantar una obscena canción francesa. Las monjas eran violadas en sus conventos. Igual los palacios que las chozas eran asaltados y arruinados. En las calles yacían, agonizando, mujeres y niños heridos. Durante tres días continuaron las horribles escenas de saqueo y derramamiento de sangre, hasta que la enorme y hermosa ciudad no era más que un matadero. Cuando los soldados se sintieron cansados de su libertinaje, se restableció el orden. Todos los que habían robado alguna cosa de valor fueron obligados a entregarla a los nobles franceses, y los infelices ciudadanos eran torturados para que revelasen los bienes que habían procurado esconder”. (Steven Runciman, Una historia de las cruzadas, Cambridge 1966 [1954], vol 3, p.123.)

Cabe señalar que, en contraposición, cuando el sultán Mehmed II (Mehmed el Conquistador) conquistó Constantinopla en mayo de 1453, envió unidades militares para proteger los puntos de referencia de la ciudad, principalmente las iglesias, para que ningún soldado le causara daño.

Él personalmente fue a la catedral de Hagia Sofía donde muchos habitantes se habían reunido y les proporcionó seguridad para sus vidas y propiedades.


Referencias:

  • La Sagrada Biblia
  • Historia Eclesiástica de Theodoretus
  • Al-Bidayah Wa An-Nihayah de Ibn Kathir
  • Siyar Alam An-Nubla de Adh-Dhahabi
  • Una historia de las cruzadas de Steven Runciman
  • La guerra de Dios: una nueva historia de las cruzadas por Christopher Tyerman
  • Byzantium y Venecia: un estudio en relaciones diplomáticas y culturales por Donald Nicol

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