Comparación

Las pasiones del hombre

pasión

Seguir la pasión del ego puede llevar a la perdición

El hombre ha sido creado y se ha puesto en su interior una naturaleza innata, unos apetitos, unas pasiones, unos instintos que desea satisfacer, que por todos los medios que posee a su alcance desea alcanzar, para con ello alcanzar el disfrute y el sosiego y darse por realizado y complacido en los diferentes aspectos de su vida.

Estos instintos, estas pasiones, son de diferentes clases. Hay algunos que nos llevan a cometer buenos actos, actos de obediencia a Allah, actos que Allah ama y que, al hacerlos, estaremos obteniendo recompensa por ellos; otros, en cambio, nos pueden llevar a caer en actos de desobediencia, actos que Allah detesta y que, al hacerlos, debemos saber que estaremos obteniendo por ello un castigo para la Próxima Vida. Por eso la definición de hawa es: la inclinación del ego hacia aquello que ama, ya sea bueno o malo.

El estado en el que estamos viviendo hoy en día, las tribulaciones que vemos sobre la Tierra, la maldad y corrupción que hay en ella, viene todo de este asunto: de no saber diferenciar, de no ser capaces de reconocer, qué es lo bueno para nosotros y qué no lo es; y eso nos lleva a caer en el error de decir: si lo hacen los demás, es bueno para nosotros; si no lo hacen, es que es malo para nosotros.

Vivimos rodeados de ignorancia. Desconocemos cuál es nuestro Din; no nos preocupamos de obtener el conocimiento mínimo necesario para nuestra vida como musulmanes de este tiempo y esta tierra, y eso trae como consecuencia el convertir los asuntos indeseables en reconocidos y permitidos, mientras los asuntos buenos los convertimos en indeseables. Y la razón primordial de que esto ocurra es que nos entregamos sin freno a nuestros apetitos perversos, no somos capaces de controlar nuestro ego de aquello que es detestable en el Islam y terminamos cayendo en ello, en muchas ocasiones sin darnos cuenta, porque es lo que vemos a nuestro alrededor, porque eso es lo que hacen los demás. ¿Acaso en el Día de la Rendición de Cuentas, cuando estemos ante Allah sin intérprete ni intermediario, valdrá como excusa decir: “¿Hice esto porque vi a fulano hacerlo, o dije esto porque escuché a mengano decirlo?”.

El Mensajero de Allah dijo: “No cree ninguno de vosotros hasta que sus pasiones (hawa) no seas coincidentes con lo que yo he traído”. Es decir, que las pasiones pueden ser buenas o pueden ser malas; no hay que caer en el error de decir que toda pasión, que todo deseo, que toda ambición, es mala, pues no lo es. Si sientes en tu interior pasión y deseo de hacer algo que está aceptado por la Sharia, debes saber que eres un afortunado, pues es un signo de que estás sometido a Allah en tus palabras y en tus acciones, es un signo de que te has empapado del Din del Islam, es un signo de que no hay contradicción entre tu interior y tu exterior, es un signo de que estás en el que camino que Allah ama, y cuyo destino es el Jardín.

Pero este estado en el ser humano no es muy frecuente; solo los que realmente están sometidos a Allah pueden alcanzarlo. Sin embargo, lo que más abunda en la humanidad es el estado contrario, el estado en el cual el ego, el nafs, se inclina hacia lo que es contrario a la Verdad, a lo que es contrario al Islam. El nafs te llama continuamente, sin pausa, a que te entregues a los apetitos que no están permitidos, tanto en palabras, como en acciones, como en intenciones.

Este estado cobra una fuerza mayor al vivir sumidos en una sociedad en la que todo es permisible, en la que todo vale, una sociedad que concede todo tipo de libertades, una sociedad como en la que estamos inmersos hoy en día, en la que se confunde lo verdadero y lo falso, lo lícito y lo ilícito. Una de las causas de que esto sea así, de que la sociedad y nosotros mismos estemos en este estado, es el hábito, la normalización, la costumbre en cosas que no son naturales ni rectas.

Acostumbrarse, habituarse, a contemplar maldades, asumir que todo es bueno y válido, no sentir en nuestro interior dolor alguno cuando somos testigos de actos atroces, ser inmisericordes ante la debilidad ajena, debilita en nuestro interior nuestro criterio, debilita nuestra personalidad y debilita nuestra integridad. Y eso nos lleva al punto en que nos gobierna nuestra pasión (hawa) y no nos preocupa ninguna cosa que no sea dar satisfacción a nuestras apetencias y gratificar a nuestro ego, hasta el punto que nuestra pasión nos conduce hacia los abismos de la destrucción y la ruina.

Esa es la pasión censurable e inaceptable, acerca de la cual la Sharia advierte y previene, sobre la cual el Islam nos avisa de sus nefastas consecuencias, contra esas pasiones son contra las que debemos luchar. Nadie está a salvo de esas pasiones, excepto aquel a quien Allah protege con Su Misericordia y lleva de Su Mano.

Si queremos ser felices, tanto en esta vida como en la Próxima, debemos poner límites a nuestro ego. Si queremos obtener el éxito y el triunfo en esta vida y en la Próxima, debemos luchar contra nuestro ego para guiarlo hacia aquello que complace a nuestro Señor. Y esto no es una tarea fácil; todo lo contrario. Esta es la verdadera lucha, este es el verdadero ŷihad, luchar contra aquello a lo que nos llama nuestro ego, ser capaces de ponerle freno, juzgarlo y decirle: “Yo soy musulmán. Yo me siento orgulloso de ser musulmán; voy a hacer lo que complace a Allah y me voy a alejar de lo que detesta Allah”.

La pasión permanece siempre con el hombre, y cuánto más libertad le des, más se apoderará de ti; cuánto más ignores qué es lo que permitido y que no es lo permitido, más se aprovechará de ti, hasta que consiga dominarte y controlarte por completo. Y entonces, cuando lo consiga, cuando tu ego (nafs) se apodere de ti, harás de tu deseo tu Dios, acatarás todas sus órdenes, aunque contradigan lo que comprende tu intelecto, a lo que tu Din te llama y lo que tu conocimiento sabe. Estos son los adoradores de la pasión, sus ojos están cerrados a la Verdad, sus oídos han ensordecido para no escucharla.

Dice Allah, describiendo a este tipo de gente: “¿Qué opinión te merece quien hace de su deseo su dios? ¿Vas a ser tú su guardián? ¿O acaso cuentas con que la mayoría de ellos va a escuchar o a entender cuando no son sino como animales de rebaño, o aún más, extraviados del camino?” (Surat al Furqan, 25:44).

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