Está comprobado que “El Pastor” fue un libro escrito por Hermas en Patmos, cerca de Éfeso, entre los años 88 al 97 d.C. En la obra, como en el Evangelio de Bernabé, se afirmaba la Unidad Divina, siendo ésta la razón de los esfuerzos conjuntos urdidos para su destrucción, especialmente después de que la Doctrina de la Trinidad estuviera ya firmemente establecida en la Iglesia Paulina. El Pastor fue uno de los libros prohibidos como resultado de la decisiones tomadas en el Concilio de Nicea del año 325 d.C.
Parece que Hermas escribió El Pastor en la misma época en la que Juan escribía su Evangelio, aunque hay personas que piensan que El Pastor es anterior a éste. Donde la opinión sí es unánime es con respecto al hecho de que Hermas no había visto ni leído ninguno de los cuatro Evangelios contenidos en el Nuevo Testamento. Algunos creen que El Pastor recibió su inspiración del Evangelio según los Hebreos, un Evangelio anterior que ya no existe, pero esta teoría no se confirma con el relato en el que Hermas narra cómo surgió la idea de escribir el libro.
Hasta el Concilio de Nicea el libro era aceptado y comúnmente utilizado por los primeros seguidores de Jesús, la paz sea con él, que consideraban a Hermas un Profeta. Hacia fines del siglo 11 d.C., El Pastor fue aceptado como parte del Nuevo Testamento por Clemente de Alejandría. Orígenes (185 254 d.C.) lo aceptó también como libro revelado y fue listado, junto con la Epístola de Bernabé, al final del Codex Sinaiticus el cual, como ya hemos visto, procede de finales del siglo IV o principios del V d.C.
Tertuliano (160 220 d.C.) comenzó aceptándolo aunque luego lo rechazó cuando se convirtió en Montanista. Irineo (130 200 d.C.) lo aceptó como si fuera una Escritura. Eusebio de Cesarea lo rechazó, pero Atanasio lo aceptó en el año 367 d.C. como obra conveniente para ser leída en privado por los nuevos conversos. Maniqueo, un cristiano de Persia, lo introdujo en Oriente. Y no hay duda de que Dante fue influenciado por el libro.
Así pues, El Pastor era un libro que evidentemente no podía ser ignorado y que al mismo tiempo era aceptado como libro revelado por la mayor parte de los primeros pensadores cristianos amantes de Dios. Fue escrito cuando el movimiento para “helenizar” las enseñanzas de Jesús estaba aún en su infancia, y en una época en la que muchos de los seguidores de Jesús todavía eran conscientes de que Jesús había venido para restaurar y propagar la enseñanza que Moisés había traído a los judíos. Al igual que Jesús, eran judíos practicantes cuya comprensión de lo que estaban haciendo estaba ahora iluminada con el conocimiento que había traído Jesús. Todavía creían y seguían los escritos del Antiguo Testamento, y como El Pastor confirmaba lo que ya sabían, aceptaron el libro de Hermas como parte de sus Escrituras.
Según las enseñanzas de algunos, especialmente en el caso de Pablo, las leyes de los judíos no tenían por qué ser seguidas por los cristianos. Esto dio lugar a la aparición de contradicciones entre el conjunto de las Escrituras recién escritas, a las que más tarde se llamaría el “Nuevo” Testamento, y lo que ahora se empezaba a llamar el “Antiguo” Testamento. No obstante y a pesar de estas contradicciones, la Iglesia establecida decidió mantener el Antiguo Testamento puesto que el rechazo definitivo del mismo habría sido considerado por mucha gente como el rechazo del mismo Jesús. El resultado inevitable fue la confusión. En el intento de aceptar y rechazar al mismo tiempo el Antiguo Testamento, las contradicciones alcanzaron también al Nuevo Testamento, ya que tenía que ser “nuevo” y al mismo tiempo no rechazar abiertamente al “antiguo”. Pero en los primeros días de la Iglesia, no había intentos formales para disponer los libros de forma que las narraciones y las doctrinas correspondieran unas con otras. Los líderes de las primeras comunidades cristianas tenían libertad para ejercer su propio albedrío y citar las Escrituras que a su juicio mejor contenían las enseñanzas de Jesús.
Con el desarrollo, formulación y aceptación oficial de la Doctrina de la Trinidad en el año 325 d.C., esas libertades ya no eran aceptables para la Iglesia Paulina. Como ya hemos visto, se seleccionaron los cuatro Evangelios aceptados y el resto de Escrituras redactadas tras el nacimiento de Jesús fueron prohibidas. No obstante, los dirigentes de la Iglesia Paulina, no totalmente satisfechos con su doctrina de los “misterios” que comenzaba a desarrollarse, reconocían la validez de algunos de los libros prohibidos y querían mantener algunos de estos textos a pesar de que contradecían directamente las nuevas doctrinas de la Iglesia. En consecuencia, comenzaron a coleccionarlos. Esta colección de textos se llamaba Los Apócrifos, que significa “los ocultos a la gente”.
Cuando los contenidos de la Biblia se hicieron más accesibles al público en general, se eliminaron de la misma los textos Apócrifos. Esto ocurrió en el momento en el que sólo unos pocos poseían copias de los libros que estaban siendo destruidos públicamente, así como a sus propietarios. Este fue el destino de El Pastor de Hermas, destino compartido por el Evangelio de Bernabé. El Pastor fue eliminado del Nuevo Testamento y se intentó destruirlo por completo, dado que el primer “mandamiento” del libro creaba confusión en las mentes de aquellos a los que se les pedía que creyeran en la Doctrina de la Trinidad.
Pero los intentos fueron vanos. A pesar de existir continuas referencias en las que se hablaba de El Pastor, nadie en Occidente había tenido la oportunidad de leerlo. Y de repente, en el año 1922, salió a la luz un manuscrito del texto escrito en papiro en el siglo III d.C.
Se descubrió entonces que el griego utilizado por Hermas era un sencillo dialecto regional. Era un lenguaje fácil de entender por la gente más sencilla, demostrando así que era un texto escrito para todo el mundo y no sólo para una élite intelectual. El estilo era franco e informal, y poseía al mismo tiempo una originalidad de expresión que facilitaba enormemente la lectura.
Hermas comienza hablándonos de las cuatro visiones que había tenido; a la última de estas visiones le da el carácter de revelación, ya que en ésta aparece un ángel vestido de pastor. El ángel dijo a Hermas que había sido enviado por el “ángel reverendísimo” (es decir, el ángel Gabriel), para vivir con Hermas el resto de su vida.
A continuación, el ángel ordenó a Hermas que pusiera por escrito todos “los Mandamientos y las Parábolas”. Como todo lo escrito era dictado por el ángel, que sólo narraba lo que le decía el “ángel reverendísimo”, El Pastor fue aceptado y considerado como libro revelado por los primeros cristianos.
Los mandamientos que Hermas tuvo que escribir eran los siguientes:
- En primer lugar has de creer que Dios es Uno y que Él creó y organizó todas las cosas; y las creó de la nada, y Él contiene todas las cosas pero a Él nada Lo contiene. Confía en Él y en consecuencia témele, y al temerle, contrólate a ti mismo. Guarda Sus mandamientos y arrojarás de ti todo mal; pon en práctica las virtudes más elevadas y agradarás a Dios si cumples con este mandamiento.
- Sé sincero y sencillo. No hables mal de nadie ni te complazcas en escuchar a quien lo haga. Haz el bien y sé generoso.
- Debes amar la verdad.
- Observa las reglas de la pureza. Sé puro tanto en las acciones como en los pensamientos.
- Sé paciente y comprensivo. El Señor se complace en la paciencia, pero Satán vive con el mal carácter.
- Confía en lo correcto y desconfía de lo que no lo es. La corrección tiene un camino recto y nivelado, pero las acciones incorrectas tienen un camino sinuoso. Hay dos ángeles que acompañan al hombre: el ángel del bien y el ángel del mal.
- Teme al Señor y cumple con Sus mandamientos.
- Contrólate frente a lo incorrecto y no hagas el mal. Pero no te controles con lo correcto y haz el bien. Apártate del mal y sigue el camino recto.
- Apártate de la duda. Pídele al Señor sin atisbo de duda alguna y lo recibirás todo. Dios no es como los hombres que guardan rencor sino que Él es perdonador y se apiada de lo que ha creado. Limpia tu corazón de todas las vanidades de este mundo.
- Aleja la tristeza de tu corazón puesto que es hermana de la duda y del mal carácter.
- El hombre que consulta a un falso profeta es un idólatra desprovisto de la verdad. (Hermas preguntó al ángel cómo distinguir al verdadero profeta del falso. El ángel contestó que, en primer lugar, el hombre que tiene el espíritu que procede de lo más elevado es bondadoso, tranquilo y humilde. Se abstiene de toda perversidad y de los deseos vanos del mundo… no es él quien habla… sino que habla cuando Dios quiere que hable… y todo el poder pertenece al Señor. Por el contrario, el falso profeta se ensalza a sí mismo y quiere tener la posición más elevada. Es arrogante, no tiene vergüenza, es charlatán, vive en el mayor de los lujos y acepta el pago por sus profecías. ¿Acaso puede un espíritu divino aceptar que se paguen sus profecías? El falso profeta evita encontrarse con las personas virtuosas y se relaciona con quienes son vanos y de carácter dudoso; y les dice cosas falsas que satisfacen sus deseos. Cuando se pone un recipiente vacío junto a otros que también lo están no sólo no se rompe sino que armonizan entre sí. Tira una piedra al cielo; a ver si puedes alcanzarla. Las cosas terrenales son débiles e impotentes. Es mejor que hagas lo contrario: fíjate en el poder que viene de arriba. El granizo es muy pequeño, pero cuando cae sobre la cabeza de una persona ¡hay que ver que daño hace! O lo que es lo mismo: fíjate en la gota de agua que cae al suelo desde el techo y hace un agujero en la piedra. Así de Poderoso es el Poder Divino que procede de lo más alto).
- Arroja de ti todo deseo maligno y vístete con deseos buenos y sagrados. Dios creó al mundo en provecho del ser humano, sometió la creación a su mandato y le dio autoridad completa para que ejerciera su dominio sobre todo lo que existe bajo los cielos. La persona que tiene al Señor en su corazón es capaz de dominar todas las cosas. Compórtate como un esclavo de Dios. El demonio no puede ejercer su control sobre los esclavos de Dios. El demonio puede luchar contra ellos, pero no puede derribarlos” 81.
Ya hemos visto cómo, una vez separado el Cristianismo Paulino del Cristianismo Unitario y sus raíces judaicas, se había convertido en su propia religión: el Cristianismo Trinitario que continuó luego evolucionando según las directrices que Pablo, quizás de forma involuntaria, había preparado. Conforme pasaba el tiempo, las diferentes formas del Cristianismo Trinitario que se habían desarrollado en Europa acabaron por ser muy diferentes del Cristianismo Unitario que se estaba practicando en Tierra Santa y en el norte de África.