Arabia, durante el tiempo del noble Profeta Muhammad (la paz sea con él) era un país sin un gobierno central. Era un país alejado de las naciones civilizadas de aquellos días.
Durante el tiempo en el que el Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones sean con él) estaba difundiendo el Islam, ordenando a la gente que dejara de adorar ídolos para adorar a Allah, el Todopoderoso, el Omnisciente, el Señor. El Profeta (la paz sea con él) envió cartas de invitación a los reyes y gobernantes de varios países del mundo invitándolos a abrazar el Islam. Muchas de las cartas recibieron una respuesta favorable, mientras que otras fueron rechazadas. En muchos casos, los mensajeros del Profeta (la paz sea con él) fueron maltratados.
Pero el Profeta no estaba preocupado por estos contratiempos. Estaba invitando a la gente al camino correcto y algunos reveses no podían impedirle difundir el Islam.
Abu Sufyan, un líder de la tribu de Quraysh y enemigo del Profeta (la paz sea con él), estaba en Constantinopla en un viaje de negocios, cuando la carta de invitación del Profeta llegó a Heraclio, el emperador bizantino del Imperio Romano de Oriente.
Heraclio se encontraba en su corte en Constantinopla celebrando su victoria sobre los persas. Leyó la carta a través de un intérprete y luego preguntó a la gente de su corte para averiguar si había alguien en la ciudad que conociera al Profeta (la paz sea con él).
Abu Sufyan con sus compañeros fueron llevados a la corte. El emperador le preguntó a Abu Sufyan:
–¿A qué clase de familia pertenece Muhammad?”
–Noble, respondió Abu Sufyan.
–¿Ha habido un rey en su familia? –preguntó Heraclio.
–No –dijo Abu Sufyan.
-¿La gente que ha aceptado su religión es pobre o rica? –preguntó Heraclio de nuevo.
–Son pobres –respondió Abu Sufyan.
Heraclio estaba cada vez más interesado y continuó haciendo preguntas.
Su siguiente pregunta fue:
–¿Sus seguidores están aumentando o disminuyendo?
–Aumentando –Respondió Abu Sufyan de forma cortante.
–¿Sabes que sea un persona que dice mentiras? –preguntó Heraclio.
–No –admitió Abu Sufyan.
–¿Ataca los conventos? –siguió preguntando Heraclio.
–No hasta ahora, veremos si respeta el nuevo acuerdo que hemos firmado con él –respondió Abu Sufyan.
–¿Has luchado en alguna guerra él? –preguntó Heraclio.
–Si –respondió Abu Sufyan.
–¿Cuál ha sido el resultado?
–Unas veces hemos vencido y otras ha vencido él –respondió respondió Abu Sufyan.
–¿Qué enseña? –preguntó Heráclio.
–Alabad a Dios, no asociéis a Él, haced vuestras oraciones, sed honestos, decid la verdad y mantened los lazos con vuestros parientes –respondió Abu Sufyan, sorprendido por su propia respuesta, ya que sonaba como si estuviera predicando el Islam.
Heraclio se levantó y dijo: “Si todo lo que dijiste es verdad, entonces estoy seguro de que el Reino de este Profeta alcanzará aquí donde estoy. Estaba seguro de que vendría un Profeta, pero no sabía que iba a nacer en Arabia. Si fuese allí , abrazaría el Islam y lavaría los pies del Profeta con mis propias manos “.
Esta fue la manera en que el Profeta (la paz sea con él) propagó el Islam. Les impresionó por su veracidad, honestidad, noble carácter y dedicación al servicio de Allah. No obligó a la gente a aceptar el Islam bajo la amenaza de librar guerras, ni obligó a la gente a aceptar el Islam por la fuerza de la espada. Luchó solo en defensa, y solamente cuando los enemigos le atacaron.
Fuente: Tomado del libro “Un mensaje a los que no creen en el Profeta Muhammad” por www.rasoulallah.net