Originally posted 2018-10-12 03:27:30.
En relación con la acción de Juan de dejar la comunidad de los Esenios, tema sobre el cual hablamos en el reciente artículo “Los milagros de Jesús 2“, es interesante leer en la historia escrita por Josephus las referencias a otro ermitaño del que era discípulo el mismo historiador. Josephus estuvo de asceta tres años en el desierto. Durante ese tiempo permaneció bajo la guía de un ermitaño llamado Bannus que se vestía con lo que crecía en los árboles, comía alimentos silvestres y se disciplinaba en la castidad a base de baños fríos. En consecuencia, parece evidente que Juan estaba siguiendo una tradición común a todos los eremitas.
El desierto había sido un lugar de refugio para David y otros Profetas anteriores.
El desierto era un lugar donde los judíos podían estar a salvo del dominio de los gobernantes extranjeros y de la influencia de los falsos dioses. En la atmósfera que propiciaba el desierto, solamente existía la dependencia del Creador y la adoración debida sólo a Él. Era la cuna del monoteísmo. La soledad del desierto impedía la sensación de una falsa seguridad y la persona aprendía a confiar solamente en la Realidad:
“En la desolación del desierto desaparece cualquier otra ayuda y uno se siente desnudo ante el Dios Único, el Poder, la Fuente Incesante de toda vida y la Base de toda seguridad.”
El esfuerzo personal que tiene lugar en el desierto tiene dos aspectos: en primer lugar, ocurre en el interior de los corazones de los hombres que deben batallar contra sí mismos si quieren vivir de manera agradable a su Señor. En segundo lugar, y como ya hemos comprobado, la elección de este tipo de práctica entraba ineludiblemente en conflicto con todos aquellos que querían vivir de otra manera. La primera lucha era una cuestión de fe en Jehová y de incremento espiritual, independientemente de que la segunda batalla se ganara o se perdiese. La clara llamada de Juan empezó a atraer a una gran cantidad de gente. Juan había dejado de observar una de las normas más importantes del código Esenio de conducta, a saber: “No divulgar secreto alguno incluso bajo tortura mortal”. Al no seguir esta regla, Juan posibilitó que los romanos infiltrasen espías dentro del movimiento. No obstante, y dada su visión profética, era capaz de penetrar sus disfraces llamándoles “víboras” (Mateo, 3: 7). Jesús era su primo más joven, miembro del movimiento y probablemente uno de los primeros en ser bautizado.
Jesús cumple treinta años
Es posible que Bernabé, compañero íntimo de Jesús, fuera bautizado al mismo tiempo que él, al igual que su otro compañero, Matías. Juan sabía que las “víboras” iban a salir victoriosas antes de que pudiese empezar la batalla. El bautismo de Jesús le proporcionó la satisfacción de saber que el movimiento continuaría incluso después de su muerte. Como el mismo Juan había previsto, el tetrarca Herodes lo hizo decapitar, con lo que su manto pasó a hombros de Jesús. Jesús tenía ahora treinta años. La misión de Juan no había durado más de tres. Jesús fue consciente de que su período de formación había finalizado. Había dado comienzo la parte más importante de su vida.