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El anuncio de la venida de Muhammad en el Evangelio

Evangelio Biblia

En el Nuevo Testamento se anuncia claramente la venida del último Profeta.

En el Nuevo Testamento del Evangelio se anunciaba ya la llegada del Profeta Muhammad.

En Juan, leemos:

Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir” (Juan 16: 12-14).

Es interesante resaltar que este pasaje está considerado como uno de los pocos en los que se menciona la venida del Profeta Muhammad, a quien Allah bendiga y le conceda paz, y que no ha sido eliminado de los cuatro Evangelios oficiales. El “espíritu de la verdad” citado en el versículo anterior se identifica con Juan el “Parácleto”. La palabra griega para Parácleto es Parakletos o Parakleitos que significa el “Consolador” o el “Alabado”. Su equivalente en árabe es Ahmad, que significa el “más digno de alabanza”, el “que distingue entre la verdad y la mentira” y el “Consolador”. Ahmad es uno de los nombres del Profeta Muhammad.

El Dr. Bucaille, tras considerar las cuatro alusiones al Parácleto del Nuevo Testamento (mencionadas únicamente por Juan) y tras considerar las variaciones del texto en varias versiones y los significados naturales del vocabulario utilizado, concluye diciendo:
“En consecuencia y según las reglas de la lógica, el Parácleto de Juan nos hace pensar en un Parácleto que es un ser humano como Jesús, poseedor de las facultades del oído y el lenguaje como ya se atisbaba en el texto griego de la versión de Juan. Así pues, Jesús predice que Dios ha de enviar un ser humano a la Tierra que desempeñará el papel definido por Juan: el de ser un Profeta que escucha la palabra de Dios y que luego repite este mensaje al ser humano. Esta es la interpretación lógica a la que se llega si en el texto de Juan se atribuye el significado correcto a las palabras en él contenidas”

Casi todas las fuentes de las que disponemos en la actualidad muestran de forma evidente la popularidad de Jesús entre la gente común, debida en gran parte a la extraordinaria pureza y compasión que se desprendía, no sólo de la sabiduría de sus palabras y la sencillez de su comportamiento, sino también de sus muchos milagros, posibles, como Jesús siempre decía, por la gracia de Dios.
Jesús no buscaba el poder mundano, ya fuera como líder del país o dentro de la cerrada jerarquía de los Escribas y Fariseos. No obstante, la popularidad de la que gozaba y el gran número de seguidores hacían temer a los romanos y a los sacerdotes, sus aliados, que éstas eran sus verdaderas intenciones. Esta aparente amenaza a su posición y poder fue lo que, como ya hemos afirmado, los incitaba a eliminar a Jesús.

La única misión de Jesús era establecer la adoración al Creador tal y como Él había ordenado.

Jesús y sus seguidores estaban dispuestos a enfrentarse a cualquiera que tratara de impedirles vivir como su Señor quería que vivieran. La primera batalla se entabló contra los judíos leales a los romanos. Fue liderada por Bar Jesús Barrabás y consiguió desmoralizar a dichos judíos al morir uno de sus líderes en el enfrentamiento. Bar Jesús Barrabás fue arrestado.

El siguiente objetivo era el Templo.

Los romanos tenían preparada una fuerte guarnición cerca del Templo puesto que era la época de las celebraciones anuales y se acercaba la fiesta de la Pascua. En estas ocasiones, los romanos solían estar preparados para enfrentarse a todo tipo de pequeñas escaramuzas, pero en esta ocasión estaban aún más alerta. Además de la guarnición estaba la policía del Templo, a cuyo cargo estaba el cuidado del lugar sagrado. La entrada efectuada por Jesús estuvo tan bien planeada que los romanos fueron completamente tomados por sorpresa y Jesús se hizo con el control del Templo.
Esta anécdota se conoce como la “Purificación del Templo”. El Evangelio de Juan describe el suceso de la manera siguiente:

Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas” (Juan 2:14-15).

Comentando las palabras, “látigo de cuerda”, Carmichael dice:
“No cabe duda de que significan violencia; pero también es indudable que representan una suavización de lo que en realidad fue una tarea monumental. Si imaginamos el tamaño del Templo, los miles y decenas de miles de peregrinos entrando y saliendo, los cuidadores del mismo, la policía, los soldados romanos y las reacciones de los tratantes de ganado, por no mencionar siquiera a los cambistas de dinero, nos damos cuenta de que algo más que la mera sorpresa tuvo que intervenir. La escena real que se atisba tras esta narración fragmentada del cuarto Evangelio fue sin duda muy diferente. El cronista la ha suavizado ‘espiritualizándola’ por encima de la realidad.”

Una de las lecciones que aprende todo luchador por la libertad, es que la policía local tiende a simpatizar con los patriotas más que con la fuerza de ocupación. Este fue probablemente uno de los factores que contribuyó al descalabro total de las defensas de Templo.

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