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El profeta Adam 3/3 – La prueba terrenal

prueba Adam

Así empezó para Adam la vida terrenal y la prueba de este mundo, trabajos sin cesar en la tierra, dificultades y cansancios interminables.

Los humanos empezaron a vivir en la tierra y a afrontar la prueba que ello conlleva

Así empezó la vida terrenal y la prueba de este mundo, trabajos sin cesar en la Tierra, dificultades y cansancios interminables… Adán comprendió que salir del Paraíso había significado dejar atrás la comodidad, la tranquilidad y los beneficios sin esfuerzos.
Aquí, en el mundo, debían construir sus hogares. Debían sembrar y segar, cultivar la tierra poder alimentarse. Se veían en la necesidad de coser ropas para taparse, así como armarse para proteger a su familia de los animales salvajes. Era una prueba continua.
Especialmente, no tenían que olvidar su lucha contra Iblis, ésta es la prueba principal, ya que él era la verdadera causa de la expulsión del Paraíso. Mas Iblis intentaba tentar a sus hijos también.

La lucha entre la bondad y la maldad duraría sin cesar. No hay miedo ni pena para aquel que confíe en Dios. Sí hay pena y castigo para quien rechace las palabras reveladas y obedezca a Iblis. Esta regla no cambia nunca.
Adán lo comprendió gracias a las dificultades de la vida y sufría por ello. A pesar de todo, haber venido al mundo como un rey le consolaba en su tristeza. Él era el Señor de la Tierra. Sembraría y segaría, levantaría civilizaciones, pueblos, ciudades, tendría hijos e hijas y daría forma a las cosas para que lo bello fuera aún más bello todavía.

La vida es una prueba y el mundo era el lugar en el que se desarrolla dicho examen. Adán y Eva tuvieron muchos hijos y nietos. Les instruían la obediencia a Dios y les advertían de las trampas de Iblis, ya que pasar la prueba de este mundo significaba vencer a Iblis.
Ambos empezaron a tener descendencia y cada vez nacían hermanos gemelos: una hija y un hijo.

El primer asesinato de la historia

Adán emparejaba un hijo de un parto con una hija del otro. Pero Caín, uno de los hijos de Adán, quiso casarse con la hermana nacida del mismo parto y, según la norma de Adán, la chica joven tenía que casarse con Abel (el otro hijo de Adán). Caín insistió en casarse con la chica. Entonces, Adán les sugirió hacer una ofrenda a Dios para que aceptara a uno de ellos y de este modo se casaría con la joven. Abel ofreció su más querido y rollizo carnero, pero Caín ofreció uno flaco. Dios aceptó la ofrenda de Abel.
Iblis inculcó en Caín rencor y odio, engañándole. Le gritó a su hermano Abel:
— ¡Te mataré!
Abel tenía una personalidad tranquila. Le respondió a Caín:
— Si tú me pones una mano encima para matarme, no responderé a tu afrenta pues temo a Dios, el Señor del Universo.
Iblis estaba jugando con la mente de Caín. La Tierra vería la discordia por primera vez de manos de Caín.
Hacía mucho calor. Abel estaba durmiendo bajo la sombra de un árbol. Caín estaba escondido, salió, portando el hueso de un animal muerto. Se acercó a Abel y le golpeó en la cabeza con el hueso. La inocencia de la cara de Abel estaba manchada de sangre, Abel murió. Este fue el primer asesinato en la Tierra. Había caído en el juego del demonio. Era una trampa de Iblis para toda la humanidad. Y, sin embargo, ¡cuántas veces Adam les había advertido de él!
Cuando vio el cadáver de su hermano, Caín se despertó de una pesadilla. Allí, Abel yacía sin moverse. Le sacudió el hombro, pero no sirvió de nada. Gritó de arrepentimiento. Era inevitable, le dio pánico pensar en dónde ocultar el cadáver. Más tarde, oyó el ruido de un cuervo. Caín vio que un cuervo negro horadaba la tierra al lado de otro cuervo muerto. Quizás había matado a su hermano también. Después, el cuervo llevó el cadáver de su hermano al agujero y lo enterró. Caín se dijo a sí mismo:

¡Ay de mí! ¡No soy capaz de ser ni siquiera como este cuervo!” (Corán. Surat Al Ma’idah, 5:31)

Luego, hizo un agujero en la tierra, enterró a su hermano y se escapó lejos de allí; el asesino huyó después de esconder el cadáver.
El Profeta Muhammad (que Dios le bendiga y le salve) estaba hablando con sus discípulos. Cuando recordó el primer asesinato en la tierra pronunció estas hermosas palabras: “A Caín se le responsabiliza con el mismo castigo por cada asesinato que se comete en la Tierra porque es el primer asesino en el mundo”.

Cuando Adán se enteró del asesinato, se apenó. Aunque había advertido acerca de Iblis a sus hijos, uno de ellos fue engañado y no pasó la prueba terrenal. Ese era el significado de la aventura en el mundo: luchar contra Iblis hasta la eternidad para poder regresar al Paraíso perdido.

El tiempo avanza inexorablemente…

Los días siguieron a las semanas, las semanas a los meses, los meses a los años… Pasó el tiempo y una noche le llegó la hora al Profeta Adam. Su última exhalación estaba próxima… Y rompió a llorar.
La habitación de Adán era muy sencilla. Una cama elaborada de ramas y rosas, y sobre ésta un hombre inocente con barba blanca: Adán. Sus hijos le rodeaban, esperaban las palabras que iban a salir de su boca, su testamento.
Adán habló y se dirigió a todos sus descendientes.

— Tan solo hay una embarcación a la que poder aferrarse, para lograr la salvación de toda la humanidad. Únicamente tenemos un arma para luchar contra Iblis—dijo.

Esta embarcación es la fe y el arma es la Revelación Divina mediante los Profetas. En la lucha del ser humano contra Iblis, Dios ayudaría a los humanos. Les enviaría guías y profetas que los llevaran de vuelta al Paraíso. Quizás tuvieran diferentes nombres, hicieran diferentes milagros, con diferentes cualidades, pero convergirían todos en un mismo punto: la obediencia a Dios, que es el Único.
Adán, aquél que fue el primer hombre y el primer profeta, enunció su testamento. Cerró los ojos que ya le pesaban mucho. De repente vio a los ángeles que le rodeaban y le saludaban. Su vista se fijó en uno de ellos: el ángel de la muerte. Tenía un corazón lleno de serenidad sonrió y su alma se llenó con los aromáticos y agradables olores del Paraíso.

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