El Arca de Noé
Dios respondió al rezo de Su Mensajero y le mandó construir una gran embarcación: el Arca de Noé (nombre establecido por la tradición judeocristiana en castellano). Noé plantó árboles para emplearlos en la construcción de la nave. Pasaron los años, cortó los árboles y los convirtió en traviesas y listones. Empezó a construir la nave. La construcción duró muchos años debido a su inmenso tamaño. Por fin, después de mucho tiempo, terminó de construirla, tenía una eslora y una manga de enormes dimensiones y un puntal con una altura de tres cubiertas. En la primera cubierta Noé colocó a los animales, a los humanos en la segunda cubierta y a las aves en la tercera. Había una puerta con un revestimiento en una banda de la nave. Noé construyó la embarcación tal y como le había inspirado Dios.
Toda la Tierra estaba árida a causa de la sequía; pasaron los años pero no llovía. Se secaron las fuentes y los ríos. Lo que es más, no había un mar próximo.
Cuando los incrédulos se aproximaban al bosque veían que Noé construía la nave y se burlaban de él:
— ¿Vas a hacer navegar el barco en las secas rocas? ¡Eres un loco! — decían y se echaban a reír.
Finalmente, la construcción del barco llegó a su fin y un día, de repente, del horno en la casa de Noé empezó a salir agua. Era el comienzo del Diluvio. Noé embarcó a una pareja de ambos sexos de cada especie animal: un león y una leona, un elefante y una elefanta, etc. Noé había construido jaulas para guardar a los animales salvajes. Después de cargar a todos los animales, embarcaron él y los creyentes, que eran unos pocos.
A Noé le entristecía especialmente que su propia esposat y su hijo no creyeran en Dios. La única condición para embarcar en la nave era la obediencia. Noé les dijo: “¡Embarcad en la nave! ¡Que navegue y nos lleve a buen puerto en el nombre de Dios!”
Pero, ¿cómo pueden ver los que están en el pantano de la desobediencia la verdad? No embarcaron porque no creyeron en Dios y le dieron la espalda al Gran Salvador. Y el Diluvio comenzó…
Empezó a rebosar agua de todas las grietas de la Tierra y llovía del cielo una cantidad de agua nunca vista hasta entonces. Se inundaba la Tierra y se vaciaban los cielos… Como si hubieran sido perforados. El agua que cubría toda la Tierra empezó a subir de nivel.
Noé llamó a su hijo sintiendo compasión paternal:
— ¡Hijo mío! ¡Sube con nosotros, no estés con los incrédulos!
Solamente los que tenían fe en Dios podían embarcar, por eso, antes de todo, Noé quiso que su hijo obedeciera a Dios. Pero su hijo dijo:
— Me refugiaré en una montaña que me proteja del agua.
Pero en aquel día no había protección para nadie sino para aquellos de los que Dios tenga piedad. Aquel fue el día del tormento… Es el día en el que llovió el enfado de los Cielos y la Tierra para todos los incrédulos.
Más tarde, unas olas enormes se interpusieron entre ambos. El joven intentó protegerse en lo alto de las rocas pero nada podía impedir la cólera de los mares. Una ola tan grande como una montaña golpeó la roca donde estaba el joven y se lo llevo consigo. Nadie podía salvarse excepto aquellos que Dios protegiera. La Ira Divina había empezado.
El agua subía y se convertía en torrentes… Subió y engulló las grandes montañas y cubrió toda la Tierra convirtiéndose en un gran océano con olas como montañas. Los creyentes en la nave empezaron a rezar y pedir la piedad divina.