Introducción del libro “¿Guiados?”
La vida es como una lata de sardinas; todos estamos buscando el abrelatas. — Alan Bennett en Beyond the Fringe.
Este es el segundo de dos libros dedicados a un análisis de las tres religiones Abrahámicas: judaísmo, cristianismo e Islam. Como fuera mencionado en el primer libro, ¿Desviados?, los objetivos de este análisis son definir los vínculos válidos en la cadena de la revelación, rastrear esta cadena hasta su conclusión y, en el proceso, exponer a los fieles e infieles [es decir, los “God’ed” (guiados) y “Misgoded” (desviados)] de entre aquellos que alegan la guía divina. Asumo que los lectores ya habrán terminado de leer el primer libro de esta serie, pero para aquellos que no lo han hecho, ¿Desviados? define las diferencias entre el entendimiento judío, cristiano e islámico de Dios, analiza las diferencias doctrinales que separan al cristianismo del Islam, y expone la falta de solidez de las Escrituras y dogmas judeocristianos. Con respecto a esto último, muchas de estas inconsistencias se han hecho más complicadas, como cuando una falsa doctrina de la fe cristiana fue derivada de errores de los copistas o falsificaciones escriturales. En otros casos, algunas doctrinas ilegítimas de la fe cristiana fueron derivadas de fuentes no bíblicas, lo cual significa, claro está, que las Escrituras tuvieron muy poco o nada que ver con ellas. Donde elementos del canon cristiano fueron derivados de fuentes bíblicas, es chocante descubrir que se les dio prioridad a las enseñanzas de Pablo sobre las de Jesús, especialmente cuando ambas enseñanzas se contradicen abiertamente. Esta poca fiabilidad de las fuentes judeocristianas obliga a muchos investigadores sinceros a buscar la guía en otra parte.
He aquí la razón para este segundo volumen de la serie. Muchos que cuestionan el dogma institucionalizado judío o cristiano, encuentran oposición a sus objeciones lógicas en la encendida emoción que acompaña al adoctrinamiento ciego. No es el caso del Islam. En palabras de Margaret Nydell: “Ellos [musulmanes árabes] están seguros en su creencia acerca de la perfección del Islam, ya que lo consideran el tercer y último refinamiento de las dos religiones reveladas previas, el judaísmo y el cristianismo”. Muchos encuentran el enfoque islámico de la religión refrescante, ya que el Islam condena el adoctrinamiento ciego y exige que las verdades religiosas sean derivadas de las evidencias fundamentales. El Islam enseña creencias establecidas, no hay duda, pero también exige no exceder los límites de la razón. Es necesario llevar a cabo un estudio objetivo para revelar la cadena de revelación y exponer los elementos inaceptables e impíos de todas las escrituras y filosofías abrogadas por el Sagrado Corán. Aquellos que coinciden con esta opinión reconocen a la “sumisión a la voluntad de Dios” como el único código de vida aceptable para el Creador, y descubren las enseñanzas del Islam no sólo en el Sagrado Corán, sino también en las Escrituras que lo precedieron. El Islam afirma que los buscadores sinceros de la verdad no deben sentirse intimidados, pues el Islam no es sino reavivamiento y una confirmación del mensaje de todos los profetas. Tal y como lo afirma el Corán:
“Este Corán no puede provenir sino de Allah. Confirma las revelaciones anteriores y explica detalladamente Sus preceptos, no hay duda alguna que proviene del Señor del Universo” (Corán, Surat Yunus, 10:37).
Por otro lado, puede que las instituciones judías y cristianas se sientan muy amenazadas, pues el Islam expone las falsas bases sobre las que se construyeron estas instituciones –bases que, por regla general, son producto de las enseñanzas de los seguidores más que de los profetas–. ¿Cómo ocurrió esto? Según el Islam, en las épocas de tradición oral, Allah (Dios) envió un profeta a cada nación. Pero cuando Allah bendijo a la humanidad con el lenguaje escrito, los libros de la Escritura sustituyeron la necesidad de tal plétora de profetas. La Revelación alcanzó a las subsecuentes generaciones a través de una combinación de tradición oral, escritura, y hombres y mujeres religiosos que sirvieron como rectos ejemplos para sus comunidades. Dios bendijo a la humanidad con una serie de Escrituras, reveló las suhuf (“páginas”) a Abraham, la tawrat (Torá) a Moisés, los zabur (salmos) a David, el injil (evangelio) a Jesús y el Corán a Muhammad. Cada libro reemplazó a su antecesor una vez que el prístino mensaje de la revelación de Dios se vio lo suficientemente adulterado como para necesitar corrección. Este escenario no es extraño, pues la historia está llena de individuos que alteraron o interpretaron selectivamente la revelación según sus propias pasiones desviadas. En lo que respecta a estos individuos, Allah enseña:
“Entre ellos hay quienes tergiversan el Libro cuando lo recitan para que creáis que es parte de él, cuando en realidad no pertenece al Libro. Y dicen que proviene de Allah siendo, en verdad, que no proviene de Allah. Inventan mentiras acerca de Allah a sabiendas”. (Corán, Surat Al Imran, 3:78); y
“¡Ya verán los que escriben el Libro con sus manos y luego dicen: Esto proviene de Allah, para venderlo a vil precio! ¡Ya verán las consecuencias de lo que escribieron con sus propias manos! ¡Pobre de ellos por lo que cometieron!” (Corán, Surat Al Baqarah, 2:79).
El resultado histórico de esto es que existe un tema común a través de la cadena de Escrituras en las religiones abrahámicas. Como ya discutimos en Misgoded, ambos, el Antiguo y Nuevo Testamento, presentan innegables evidencias de corrupción. Aún así, una creencia común permanece presente en la cadena de revelación del Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y el Sagrado Corán. Los tres libros enseñan la unicidad divina y ordenan adherencia a los mandamientos de Dios. Las desviaciones aparecieron cuando la responsabilidad de registrar, traducir o canonizar cayó en manos de aquellos que buscaban modificar la religión haciéndola más cercana a las pasiones de sus corazones. Considere, por ejemplo, los Salmos de David. Si alguien cree que lo que queda de él en las manos de los hombres es un completo y auténtico libro de guía, capaz de justificarse por sus propios méritos, le aconsejo leerlo nuevamente. Analicemos luego el Antiguo Testamento, el cual está lo suficientemente lleno de errores como para considerarlo sospechoso. Luego, consideremos el Nuevo Testamento, que excluyó aproximadamente de 250 a 2 000 hechos, epístolas y evangelios no canónicos (los cuales fueron desechados y quemados, sobreviviendo tan solo un puñado de “apócrifos”).
Uno se pregunta acerca del carácter de los hombres que hicieron esa elección editorial, sus intenciones y orientación religiosa, y su disposición a comprometer la verdad textual para apoyar la ideología del grupo. Además, tenemos al renombrado experto en crítica de textos bíblicos, el Profesor Bart D. Ehrman, diciéndonos que los eruditos estiman el número de manuscritos variantes del Nuevo Testamento en cientos de miles, algunos hasta calculan que llegan a 400.000. En las famosas palabras de Ehrman: “Existen más variantes entre nuestros manuscritos que palabras en el Nuevo Testamento”.
Entonces, ¿dónde deja esto al buscador de la verdad religiosa sino en búsqueda del último y autentico libro de la revelación de Dios? ¿Puede el Sagrado Corán ser esa revelación final? Dejaré que el lector responda a esa pregunta por sí mismo basado en la evidencia que presentaré.
Introducción del libro de Laurence B. Brown: “God’ed” (Guiados)