La virgen Maria

John Biddle

John Biddle Iglesia unitaria

John Biddle fue el padre del Unitarismo en Inglaterra

John Biddle, padre del Unitarismo en Inglaterra, nació en el año 1615. Estudiante brillante, era descrito como una persona que “sobrepasó a sus maestros llegando a convertirse en tutor de sí mismo”. Fue a la Universidad de Oxford en 1634 logrando la distinción de B.A. en 1638 y la de M.A. en 1641.

Terminados sus estudios en Oxford, fue nombrado profesor de la Escuela Libre St. Mary de Crypt en el condado de Gloucester; lugar donde Biddle comenzó a examinar sus opiniones religiosas llegando a poner en duda la doctrina de la Trinidad. En esa época estuvo influenciado por el pensamiento de los Unitarios europeos puesto que las enseñanzas de Sociano habían logrado llegar hasta Inglaterra.

Una versión en latín del Catecismo Racoviano había sido enviada a Inglaterra con una dedicatoria dirigida al Rey James I. El libro fue quemado públicamente por el verdugo en el año 1614. A pesar de ser destruido el libro, su contenido había logrado interesar al público, por lo que era necesario desacreditarlo. John Owen, que había sido encargado de refutar las enseñanzas de Sociano por el Consejo de Estado presidido por Oliver Cromwell, llegó a decir: “No contempléis estos temas como algo lejano o que no son de vuestra incumbencia; el diablo está al acecho en cada puerta. No hay ciudad, pueblo o aldea de Inglaterra en la que no se haya inoculado algo del veneno”112.

Estos intentos de defender los dogmas oficiales de la Iglesia establecida encontraron cierta oposición. William Chillingworth (1602 1644), por ejemplo, condenó el “daño causado por lo credos que conducen a la persecución, a la quema en la hoguera, a la maledicencia y condena de personas que no aceptan las palabras de los hombres como si fueran las palabras del mismo Dios”113. Jeremy Taylor y John Milton afirmaron que: “Las búsquedas sinceras de la razón no producen herejes. El daño está en las influencias que pervierten la voluntad”114.

El debate comenzó a propagarse y los detentadores de la autoridad tomaron nuevas medidas para

“proteger” la creencia en la doctrina de la Trinidad. En junio de 1640, las Asambleas de Canterbury y York acordaron prohibir la importación, impresión y circulación de los libros Socianos. Se ordenó a los sacerdotes que no enseñaran las doctrinas de Sociano y se dio aviso a todo el mundo de que serían excomulgados los que creyeran en esas doctrinas. Hubo un grupo de pensadores y escritores que denunciaron esta orden, pero sin resultado alguno.

Este clima de reevaluación y examen sirvió de marco al cambio de las opiniones de Biddle, especialmente en lo que se refería a la doctrina de la Trinidad. Comenzó a exponer libremente sus opiniones, hecho que provocó que, en 1644, los Magistrados le exigieran una profesión de fe por escrito. Lo hizo con palabras sencillas: “Creo que hay una Esencia Todopoderosa llamada Dios. Y sólo hay Una persona en Esencia”115.

Biddle publicó también un pequeño estudio titulado “Doce Razones Para Refutar la Divinidad del Espíritu Santo”. Estaba dirigido “al lector cristiano”.

En 1645 el manuscrito de las Doce Razones fue confiscado y Biddle llevado a prisión. Compareció ante el Parlamento y siguió rehusando aceptar la divinidad del Espíritu Santo. En 1647 publicó de nuevo su opúsculo. El seis de septiembre de ese mismo año, el Parlamento ordenó la quema de la publicación por el verdugo. El 2 de Mayo de 1648 se decretó un “Mandato Capital”. En éste se declaraba que todo aquél que negase la Trinidad, la divinidad de Jesús o la del Espíritu Santo, sería condenado a muerte, incluso los miembros del clero. He aquí un resumen de las Doce Razones, causa de esas medidas extremas:

  1. Todo lo que se distingue de Dios no es Dios. El Espíritu Santo se distingue de Dios.

En consecuencia el Espíritu Santo no es Dios.

  1. El que dio el Espíritu Santo a los Israelitas fue Jehová.

En consecuencia, el Espíritu Santo no es Jehová, ni tampoco Dios.

  1. El que habla sin depender de su propia voluntad no es Dios.

El Espíritu Santo no habla según su propia voluntad.  En consecuencia el Espíritu Santo no es Dios

  1. El que es enseñado no es Dios. A quien se le indica lo que tiene que decir está siendo enseñado. Cristo dice lo que se le ordena. En consecuencia Cristo no es Dios. (Aquí Biddle cita a Juan 8: 26 cuando Jesús dice: “Lo que yo oigo procedente de Él, eso es lo que digo”).
  2. En Juan 16:14 Jesús dice: “Dios es Quien ha dado a las cosas todo lo que tienen”. El que recibe de otro no es Dios.
  3. El que es enviado por otro no es Dios. El Espíritu Santo ha sido enviado por Dios. En consecuencia el Espíritu Santo no es Dios.
  4. El que no es dador de todas las cosas no es Dios. El que es un regalo de Dios no es dador de todas las cosas. El que es un regalo de Dios es, de por sí, un ser dado. El regalo está bajo el poder del dador. Dios nunca puede estar bajo el poder de otro.

(Aquí Biddle cita Hechos 17:25: “Dios es el que a todos da la vida, el aliento y todas las cosas”).

  1. El que cambia de lugar no es Dios. El Espíritu Santo cambia de lugar.

En consecuencia el Espíritu Santo no es Dios.

(Biddle amplía la explicación de este silogismo diciendo que si Dios cambia de lugar, esto significa que ya no está donde antes estaba y que comenzaría a estar donde antes no estaba –lo cual estaría en contradicción con Su atributo de la Omnipresencia, y en consecuencia con Su Deidad. Así pues no pudo ser Dios quien vino a Jesús, sino un ángel que se manifestó como persona en el Nombre de Dios).

  1. El que reza para que Cristo venga a juzgar no es Dios. El Espíritu Santo lo hace.

En consecuencia el Espíritu Santo no es Dios.

  1. En Romanos 10:14 dice: “¿Cómo creerán a aquél a quien no han oído. Aquél en quien las personas no han creído y sin embargo eran discípulos?” Aquel en quien no se cree no es Dios.

Las personas no han creído en el Espíritu Santo, y sin embargo eran discípulos.

En consecuencia el Espíritu Santo no es Dios.

  1. Aquel a quien Dios ordena decir algo a través de un intermediario e.d. Jesús tiene una comprensión distinta a la de Dios.

En consecuencia Jesús no es Dios.

Y el que oye de Dios lo que tiene que decir está siendo enseñado por Dios.

Este es el caso del Espíritu Santo.

En consecuencia el Espíritu Santo no es Dios.

  1. El que tiene una voluntad distinta de la voluntad de Dios no es Dios.

El Espíritu Santo tiene una voluntad distinta de la voluntad de Dios.

En consecuencia el Espíritu Santo no es Dios.

(Aquí Biddle cita Romanos 8.26 27 donde se dice: “Y de igual manera el espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables… y su intercesión a favor de los santos es según Dios”).

Biddle estudiaba también el versículo del Nuevo Testamento que el clero de la Iglesia Trinitania establecida solía citar como demostración de la doctrina de la Trinidad, 1 Juan 5:7, que dice: “Pues tres son los que dan testimonio: el Espíritu el agua y la sangre, y los tres convienen en lo mismo”.

Biddle declaró que el versículo no estaba en consonancia con el sentido común. Contradecía además otros versículos de las Escrituras y sólo significaba unión de consentimiento y acuerdo, pero no de esencia. Más aún, indicaba Biddle, el versículo ni siquiera aparece en las copias griegas más antiguas del evangelio, ni tampoco en las traducciones siríacas ni en las ediciones Latinas más antiguas. Parece pues que el versículo había sido interpolado, y como tal, había sido rechazado por los intérpretes tanto antiguos como modernos.116

A pesar del acta de 1648, Biddle publicó otros dos opúsculos que provocaron su inmediato encarcelamiento y muy probablemente la muerte en la horca de no haber sido por la ayuda de miembros independientes del Parlamento. Una de las obras se titulaba “Una Confesión de Fe sobre la Santísima Trinidad según las Escrituras”. Estaba compuesta por seis artículos, ilustrado cada uno de ellos con pasajes de la Biblia y apoyado en sus propios argumentos. En el Prefacio comienza hablando con valentía sobre los peligros que surgen de la creencia en la doctrina de la Trinidad, y añade que los argumentos utilizados por los Trinitarios son “más propios de prestidigitadores que de cristianos”117. He aquí un extracto de la Confesión de Fe:

“Yo creo en la existencia de un Dios Supremo, Creador de los cielos y de la tierra, Causa primera de todas las cosas y en consecuencia, objeto último de nuestra fe y adoración.

Creo en Jesús, hasta el punto que lo considero nuestro hermano, capaz de una comprensión de nuestras debilidades que lo predisponga a prestarnos su ayuda. Jesús sólo tiene una naturaleza humana. Está subordinado a Dios. Jesús no es otro Dios. No existen dos dioses.

El Espíritu Santo es un ángel que, debido a su eminencia e intimidad con Dios, ha sido designado para ser portador de Su mensaje”118.

La otra obra publicada por Biddle en esa época se titulaba “Los Testimonios de Iranaeus, Justino mártir, etc…, con respecto al Dios único y las Personas de la Santísima Trinidad”

Tras una larga estancia en la prisión, uno de los magistrados salió fiador de Biddle y logró su libertad. El nombre del magistrado se mantuvo en secreto dado que temía por su seguridad personal. No obstante, Biddle no disfrutó de libertad por mucho tiempo antes de ser encarcelado de nuevo. El magistrado amigo murió poco tiempo después, y a pesar de dejarle a Biddle una pequeña herencia, ésta desapareció muy pronto debido a los gastos que generaba la estancia en la prisión; los alimentos de Biddle se reducían a un poco de leche que ingería por la mañana y por la tarde. La situación mejoró cuando un editor de Londres lo contrató, mientras seguía en la prisión, como corrector de una nueva edición del Septuagint. Esta primera traducción al griego del Antiguo Testamento fue hecha originalmente, según se dice, en setenta días por un grupo de setenta y dos eruditos judíos, en la isla griega de Faros en el siglo III d.C.

El 16 de Febrero de 1652, se decretó el acta de Amnistía y Biddle fue puesto en libertad. En este mismo año se publicó en Amsterdam una versión inglesa del Catecismo Racoviano que se hizo sumamente popular en toda Inglaterra. A su vez, Biddle publicó un libro sobre el Unitarismo, también en Amsterdam, que fue muy leído entre los ingleses Durante este periodo de libertad relativa, Biddle se reunía cada domingo con otros Unitarios para adorar a Dios según sus propios ritos. Los que asistían a estas reuniones no creían en el concepto del Pecado Original ni en la doctrina de la Redención. El 13 de diciembre de 1654, Biddle, que había publicado hacía poco tiempo dos catecismos, fue de nuevo arrestado y encarcelado. Se le prohibió el uso de pluma, tinta y papel y se le negó la posibilidad de recibir visitas en la cárcel. Al mismo tiempo se ordenó la quema de todos sus libros.

Biddle apeló la sentencia a ser encarcelado y fue liberado el 28 de mayo de 1655. No obstante, apenas pasó el tiempo antes de que, de nuevo, Biddle se enfrentara a las autoridades. En cierta ocasión se celebraba un debate público. El orador comenzó la disputa preguntando si alguno de los presentes negaba que Cristo era el Dios Supremo. Biddle declaró rápida y seguramente: “Yo lo niego”. Cuando comenzó a fundamentar su tesis con argumentos que sus adversarios no podían refutar, se decidió finalizar la reunión y aplazarla para el día siguiente. Biddle, denunciado a las autoridades, fue arrestado y llevado a prisión, antes de que llegara el día fijado para el debate.

Para empezar, a Biddle le negaron la asistencia de un abogado, quizá porque era dudoso que existiera una ley bajo la cual pudiera ser condenado. Sus amigos, que eran conscientes de ello, decidieron dirigirse directamente a Cromwell. Redactaron un escrito y se lo enviaron. Pero antes de que llegara a Cromwell, el escrito había sido tan alterado y tergiversado que sus propios autores tuvieron que desautorizarlo como falso.119

No sabiendo qué hacer, Cromwell encontró una salida al ordenar el destierro de Biddle a Sicilia el 5 de octubre de 1655. En esta isla Biddle debía permanecer bajo custodia de por vida en el Castillo de St. Mary, con una asignación anual de cien coronas. Durante el cautiverio, Biddle escribió un poema lleno de indignación; he aquí algunos de los versos:

“Se formó la reunión y se nombró al juez

Un hombre sentado en el trono de Dios;

Y se pusieron a enjuiciar un caso

Que sólo compete a Él;

Convirtieron en delito la fe de un hermano,

Y aplastaron el derecho sublime del pensamiento innato”120.

Cuanto más sufría Biddle, más convencido estaba de los errores inherentes a la religión dominante que gozaba del apoyo de la Iglesia Trinitaria establecida. Thomas Firmin, uno de los que habían ayudado a Biddle en el pasado, siguió prestándole su apoyo mandando dinero para hacer más soportable la vida de Biddle en la prisión.

Mientras tanto, las simpatías hacia Biddle crecían por doquier. Cuanto más sufría Biddle más aceptación tenían sus creencias, hasta tal punto que el gobierno tuvo que pedir al Dr. John Owen que interviniera para contrarrestar los efectos producidos por las enseñanzas de Biddle.

Lo primero que hizo Owen fue un estudio que demostró que una gran parte del pueblo inglés era

Unitario; a continuación publicó una respuesta dirigida a Biddle. En cierto modo, el destierro de Cromwell ayudaba a Biddle: contaba con una asignación anual y, al estar fuera del alcance de sus enemigos, podía dedicar su tiempo a la oración y la meditación. Siguió prisionero en el Castillo de St. Mary hasta que en 1658, debido al apremio con el que se exigía su liberación, volvió a obtener la libertad.

Nada más salir de la cárcel Biddle comenzó a celebrar reuniones abiertas al público en las que examinaba las Escrituras para demostrar la Unidad de Dios y exponer la falsedad de la doctrina de la Trinidad. Las reuniones se convirtieron en prácticas de culto Unitario según exigía esta fe. Esto era algo que jamás había ocurrido en Inglaterra.

El 1 de junio de 1662 Biddle y varios de sus amigos fueron arrestados cuando celebraban una reunión. Llevados a la cárcel, se les negó la posibilidad de obtener la libertad bajo fianza. Al no disponer del estatuto legal para castigarles se decidió perseguirlos por la Ley Ordinaria (Consuetudinaria). A Biddle se le impuso una multa de cien libras con la obligación de permanecer encarcelado hasta el pago de la misma. A sus compañeros les condenaron a pagar multas de veinte libras por cabeza. En la prisión, Biddle fue maltratado y confinado a celdas de castigo. Este trato, agravado con el aire viciado de la prisión, le produjo una enfermedad que acabó con su vida en menos de cinco semanas. Murió el 22 de septiembre de 1662.

Su muerte, combinada con las resoluciones del acta de Uniformidad decretada ese mismo año, significaba la prohibición de las prácticas de culto públicas que seguían el modelo establecido por Biddle. La aplicación del acta provocó el destierro de 2.257 sacerdotes. Sus destinos todavía son un enigma. Pero lo que sí se sabe es que, durante este periodo de la historia de Inglaterra, cerca de 8.000 personas murieron en prisión por el mero hecho de rechazar la doctrina de la Trinidad. El autor de una biografía sobre Biddle, escrita veinte años después de su muerte, prefirió el anonimato en aras de su propia seguridad. Sin embargo, el Unitarismo siguió presente como escuela de pensamiento y el número de seguidores continuó en aumento. El uso de la fuerza para obligar a que la gente volviera a la Iglesia establecida produjo el efecto contrario: aumentó el número de seguidores de Sociano y Biddle y muchos de los más destacados intelectuales de la época, entre los que se incluyen John Milton, Sir Isaac Newton y John Locke, confirmaban en secreto la Unidad Divina.

Las leyes promulgadas en este periodo muestran el empeño de las autoridades por erradicar completamente el Unitarismo: Un acta de 1664 condenaba al destierro a todos aquellos que rehusaran asistir a las ceremonias religiosas en las iglesias establecidas. Si uno de los desterrados osaba volver a Inglaterra, le esperaba la muerte en el patíbulo. Había también castigos para los que asistieran a cualquier reunión religiosa de cinco o más personas no autorizada por la Iglesia Trinitaria oficial. Quien cometiera este delito por segunda vez, era desterrado a América y en caso de regreso o huida, la pena era la muerte incluso para los que pertenecían al clero.

El Acta Probatoria de 1673 establecía, además de los castigos estipulados en el acta de 1664, que toda persona que no recibiera los sacramentos según las normas de la Iglesia de Inglaterra, sería privada de la posibilidad de denuncia o reclamación ante los tribunales de justicia. Perdería los derechos de potestad sobre los niños o la posibilidad de ejecutar o recibir cualquier herencia o legado. Quien siendo convicto bajo esta ley, intentara llevar a cabo alguna de estas prohibiciones, sería multado con quinientas libras.

En 1689 se promulgó el acta de la Tolerancia. Sin embargo, esta Tolerancia se negaba a los que no aceptaban la doctrina de la Trinidad. Como es natural, los Unitarios denunciaron la intolerancia de esta acta de la Tolerancia. El Parlamento respondió condenando al Unitarismo como “herejía repugnante”. La condena por este “crimen” era la pérdida de todos los derechos civiles y el encarcelamiento durante tres años. No obstante, aquello por lo que Biddle había luchado no podía eliminarse de los corazones de las personas con un simple decreto, a pesar de que dichas leyes sí impidieran que mucha gente profesara su fe abiertamente. sexlocals

A fin de tranquilizar los remordimientos de sus conciencias, los que se veían incapaces de desafiar la ley y denunciar abiertamente la doctrina de la Trinidad, tuvieron que recurrir a varias estratagemas. Algunos omitían en secreto las partes del Credo Atanasio en las que no creían. Otros hacían que lo leyese el sacristán. Se cuenta que uno de los sacerdotes mostró su desprecio por el Credo cantándolo según la melodía de una conocida canción de caza. Otro sacerdote, antes de leer el credo Trinitario conforme ordenaba la ley, solía decir: “Hermanos, este es el Credo de San Atanasio, ¡pero Dios impida que sea el Credo de cualquier otra persona!”121. No obstante, y por lo general, los que creían en la Unidad Divina no solían atreverse a proclamar su fe abiertamente.

Biddle era un erudito extremadamente serio y sus tesis el resultado de profundos estudios. Estaba convencido de que la mejor manera de ayudar a la humanidad era dar testimonio de la verdad sin miedo alguno, incluso estando bajo la amenaza de injuria y de persecución. Estaba dispuesto a soportar la pobreza, el destierro y la prisión. Quería que se abandonaran las iglesias que consideraba corruptas y que se rechazara cualquier declaración falsa. Tenía la valentía de los mártires y así fue como murió.

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