Allah nos ha creado para que Lo adoremos y Le obedezcamos y ha hecho que nuestra vida cambie, que vivamos momentos de facilidad y momentos de dificultad, momentos de alegría y momentos de tristeza, momentos de relajación y momentos de prueba, y las pruebas son el secreto de todo. Por ello dice Allah en el Corán:
“Alif, Lam, Mim. ¿Es que cuentan los hombres con que se les va a dejar decir ‘creemos’ y no van a ser puestos a prueba? Es verdad que ya probamos a los que les precedieron, para que Allah sepa quiénes son los sinceros y quiénes son los falsos”.
(Surat Al ‘Ankabut, 29:1).
El Imán, el Islam, nuestro Din, no son palabras que se pronuncian, no es algo que se queda únicamente en nuestra lengua sin traspasar la garganta; es una realidad que implica esfuerzo, constancia, paciencia, sacrificio y compromiso, y para comprobar si nuestra creencia, si nuestro Din, es puro y fuerte, Allah nos pone a prueba constantemente. El cómo salgamos de esas pruebas será lo que nos dará una posición elevada en la Próxima y será la prueba de la sinceridad de nuestro Imán.
Allah, que es Misericordioso con Sus criaturas, nos hace pasar por estas pruebas, pruebas como las que estamos viviendo en estos días, para mostrarnos cuál será nuestra posición en la Próxima Vida. Es como si nos dijera: “Observad cómo superáis las pruebas y así conoceréis vuestra estación en la Próxima Vida”. El camino del Imán, que tenemos el privilegio de recorrer, no es un camino cubierto de rosas, sino un camino de esfuerzo y compromiso, un camino que ya recorrieron los que nos precedieron, y entre ellos los hubo que salieron victoriosos y otros que fracasaron. Incluso los Profetas y Mensajeros tuvieron que transitar este duro camino y, de hecho, ellos son los que sufrieron las pruebas más duras. Ibrahim fue lanzado al fuego, Yusuf fue vendido por un puñado de monedas, Yunus fue arrojado al mar, Ayyub padeció terribles enfermedades y el Profeta Muhammad, s. a. w. s., sufrió lo indescriptible en este camino. Pero todo eso, todas esas pruebas que vivieron, solo hicieron que el Imán de todos ellos se afianzara y que saborearan la dulzura que encierra.
El shaytán no encontró la forma de entrar en sus corazones. ¿Por qué? Porque ellos no desesperaron ni un momento de la misericordia de Allah y, a pesar de las dificultades, no perdieron ni un instante su enorme adab con Allah. Gracias a ese adab, no decían que Allah era el que les estaba afectando con Su mal, no achacaban a Allah la razón de su mal:
“Y Ayyub cuando imploró a su Señor: ‘El mal me ha tocado, pero Tú eres el más Misericordioso de los misericordiosos”.
Ayyub sabía que el mal, lo mismo que el bien, solo proceden de Allah; pero por adab y cortesía hacia Él, subhanahu wa ta’ala, no se quejaba en ningún momento a Su Señor. Y comprender esto es fundamental en estos tiempos de pruebas que estamos viviendo; por muy grande que sea tu dificultad, por muy dura que sea tu prueba, jamás pierdas el adab con Allah; no caigas en el enfado y la queja hacia Él, pues eso no aporta ningún tipo de bien.
Basado en un Jutba de Ahmed Bermejo