La virgen Maria
Thu, 21 Nov 2024

Los profetas Zacarías y Juan (2/3)

Originally posted 2019-01-29 04:24:27.

Juan profeta

La niñez de Juan fue diferente de la del resto de los niños.

El Profeta Zacarías también deseó tener un hijo

El Profeta Zacarías había envejecido mucho. Tenía el pelo blanco y su cuerpo era muy débil y cansado. Su esposa estaba muy vieja también. Además, la mujer era estéril y no había podido dar un niño a su marido. El Profeta Zacarías quiso mucho tener un hijo que aprendiera las ciencias y la sabiduría, enseñara el recto camino a su gente y llamara a la gente a Dios. No había hablado de ese tema con nadie, ni siquiera con su esposa. Sin embargo, lo sabía Dios que conoce todo lo que está oculto o secreto.
Esa mañana, Zacarías fue al templo, al mihrab de María. Al ver las frutas tempranas, preguntó a María:
— ¡María! ¿De dónde sacas esta comida?
— Son de Dios. Dios da sustento abundante a quien quiera.
Zacarías regresó emocionado al templo y abrió las manos a suplicar. El Poder que da los sustentos a María podía dar otros beneficios también:
— ¡Señor Mío! ¡Eres el Sublime! ¡Eres el Todopoderoso!
El deseo de tener un hijo le hacía sufrir mucho. Zacarías siguió de este modo:
— ¡Señor Mío! Ya estoy viejo, se me han debilitado los huesos y tengo el pelo blanco como las llamas blancas. ¡Señor Mío! Sé que me darías cualquier cosa que quiera de Ti. La verdad es que estoy preocupado por las conductas de mis descendientes después de mi muerte. Mi esposa es estéril. ¡Regálame un descendiente de tu Generosidad que me herede a mí y herede de la dinastía de Jacob, y hazlo agradecido!

Zacarías pedía a Dios que le concediera descendencia

Zacarías suplicaba en voz baja a Dios que le diera un niño, un niño que sería el heredero del Profeta, de la sabiduría y de la virtud teologal. Es que él temía que se equivocaran en el recto camino de Dios después de su muerte.
Dios aceptó su súplica. En ese momento, los ángeles le llamaron así: “¡Zacarías! ¡Enhorabuena! Tendrás un hijo que se llamará Juan ya que antes nadie tuvo este nombre”.
Se puso muy contento al oír la buena noticia porque tendría un hijo especial que nadie había tenido antes. Mientras el corazón le daba saltos de la felicidad dijo así:
— ¡Señor Mío! ¿Cómo puedo tener un hijo, siendo mi mujer estéril y yo un viejo?
Se asustaba porque era viejo y su esposa era estéril. Los ángeles le dijeron:
— Es así pero tu Señor ha dicho: “Es muy fácil para Mí. ¿No te he creado de la nada antes? Si Dios quiere, sin duda, lo es. No hay nada difícil para Dios. Solamente da la orden de “¡Sé!” y se hace realidad. Además Dios te ha creado de la nada”.
El corazón de Zacarías se le llenó con agradecimientos a Dios. Zacarías quiso que Dios le diera un signo, entonces Dios dijo:
— Tu signo será que no podrás hablar a la gente durante tres días.
Zacarías no podría hablar a la gente por tres días. Estaría tan débil que no podría hablar. No estaría enfermo sino sano. Así, comprendería que su esposa estaba embarazada y el milagro de Dios sería real. Entonces, hablaría a su gente con mímica que glorificara el nombre de Dios día y noche.
Un día, Zacarías salió ante la gente e intentó hablar pero no pudo. Comprendió que el milagro divino fue real y sugirió a la gente que glorificaran el nombre de Dios. Él glorificaba las alabanzas de Dios con el corazón. Era muy feliz porque Juan, que los ángeles habían dado su buena nueva, nacería.

Dios le dio al Profeta Zacarías la buena noticia de que su hijo Juan sería sabio

Estamos ante un niño que su padre ni su madre le habían puesto un nombre. Dios, que es el Señor del Universo, le otorgó un nombre. Dios le dio al Profeta Zacarías la buena noticia de que su hijo Juan sería sabio, piadoso, de buena voluntad y un gran Profeta. Zacarías estaba muy contento con la noticia. Mientras rezaba por Dios, se le caían las lágrimas, mojando su barba blanca.
El nacimiento de Juan estaba muy cerca. En Palestina era la primavera. Los montes estaban verdes y el cielo claro. La luz plateada de la Luna cubría todos los árboles y los campos. Los rosales estaban llenos de rosas y los naranjos estaban repletos de la flor de azahar que desprendía agradables olores. Los ruiseñores cantaban canciones llenas de alegría. El viento susurraba los significados mágicos de la belleza a los oídos de la creación.
Ese día nació Juan. Su nacimiento era un milagro. Porque Juan nació después de una vida en la que su padre Zacarías había perdido toda esperanza de tener un hijo. Nació tras una buena nueva que hizo tranquilizar el alma de Zacarías, en la mitad de un siglo en el que la inocencia y la bondad estaban en boga pero también la depravación.
En esa época, María representaba la castidad. Sus rezos y súplicas sinceras iluminaban el mihrab que estaba lleno de buenos olores y cerrado al mundo exterior. El templo estaba lleno de los obedientes pero también la depravación estaba muy extendida en las ciudades.
En la época del Profeta Zacarías toda la región de Palestina estaba rodeada por la discordia. Las almas fueron encarceladas por el egoísmo y el deseo de autoridad. Los sabios de los israelitas explotaban la gente en el nombre de la religión y firmaban contratos en secreto con los emperadores tiranos de Roma. El Profeta Zacarías condenaba sus conductas y predicaba los hechos falsos en el templo a las grandes multitudes.

Zacarías se oponía a la maldad y la injusticia

Zacarías se oponía a la maldad y la injusticia. Hablaba de la fealdad de los pecados cuando daba sermones sin ningún temor. Su prestigio, sus actos y sus palabras trastornaban los planes de los interesados. Tenían que desprestigiarle y matarlo. La gente le quería y consideraba sus palabras como criterios.
Los israelitas alzaron una calumnia contra Zacarías para desprestigiarle ante la gente. Se realizaba la intriga del pueblo judío, preparada en la oscuridad de la noche. Todos los malhechores alcanzaron un acuerdo para matar al Profeta Zacarías. Eran los poderosos y los ricos de la sociedad y los rabinos que explotaban la gente en nombre de la religión. Los israelitas matarían a su Profeta. No era el primero ni el último. Habían matado a sus Profetas con sus manos pecadoras también. Los israelitas dijeron que Zacarías cometió adulterio con María con el pretexto de que nació Jesús. Zacarías intentó probar su inocencia pero no pudo. Los israelitas mataron cruelmente a su Profeta. Mientras el alma de Zacarías volaba al paraíso, el asesinato que cometieron los israelitas pasó a la historia como un asunto oscuro.
Luego, los discípulos de Zacarías llevaron su cadáver a Alepo, en la actual Siria y lo enterraron allí.
Hoy, los visitantes de la Mezquita de Emoya en Alepo pueden ver una habitación pequeña en un rincón de la Mezquita. En la habitación, hay una tumba, la tumba de un Gran Profeta, del Profeta Zacarías. Él fue un mártir y marchó al paraíso por culpa de las manos pecadoras de los israelitas.

La infancia de Juan

La niñez de Juan fue diferente de la del resto de los niños. Cuando sus coetáneos decían “¡Vamos a jugar!” él decía “¡No estoy creado para jugar!” Mientras los jóvenes tenían malas costumbres, él era tranquilo y decente. Algunos niños se divertían atormentando los animales pero Juan tenía compasión con ellos, los protegía y ofrecía de su comida. Como resultado, le daba hambre y comía las frutas u hojas recogidas de los árboles. Al crecer, un halo de luz le cubría la cara y la sabiduría, el amor de Dios y la tranquilidad espiritual le llenaba el corazón.
Tenía ganas de estudiar y conocer las ciencias. Cuando creció y maduró Dios le dijo: “¡Juan! ¡Coge el Libro con firmeza!”
Luego le dio la sabiduría e hizo su alma tranquila. Juan fue un Profeta. Daba sermones sinceros y conmovedores en el templo en Jerusalén. Dios le otorgó una gran claridad de juicio cuando era niño. Solucionaba los problemas de la gente, aclaraba los aspectos no entendidos de la religión y enseñaba el recto camino de Dios.
Cada día, los conocimientos de Juan, el hijo del Profeta mártir, aumentaban más. La compasión en su corazón cubría a todas las criaturas.
El Profeta Juan no se casó. Sacrificó su vida por el camino de Dios, la veneración y predicar la palabra de Dios. Vivió en las tierras de Siria, Palestina y Jordania. Llamaba la gente a creer en el Único Dios y prepararse para el día del Juicio Final. Sus palabras hacían eco en los valles palestinos, su voz daba vida a los montes y las colinas de Siria y las montañas rojas de Jordania llevaban sus llamadas a los desiertos amplios.

La vida ascética de Juan

El Profeta Juan abandonó la ciudad y fue al desierto, subió las montañas y tuvo una vida ascética en las cuevas. Sobrevivió comiendo hojas de los árboles y bebiendo agua de los ríos. Dijo a cualquiera que se encontraba que la soberanía de Dios estaba cerca. Su fuerte voz hacía eco en todas las montañas y los valles. Llamaba la gente a arrepentirse de los pecados.
Mucha gente oyó su llamada y vino a verle. Por fin, decidió formar un hogar cerca del río Jordán.
El lugar en el que Juan llamaba a la gente a purificar sus almas era Magtas. Era el río santo de Jordania. Después de limpiarse los cuerpos de los que vinieron a arrepentirse, Juan les sugería purificar sus almas son las súplicas y lágrimas. Se congregaron miles de personas de Jerusalén, de Eriha, de Siria y de diferentes partes del mundo para limpiar sus cuerpos con las manos benditas de Juan y purificar las almas con sus palabras celestiales. Si escucháis a las montañas de allí y los murmullos de agua del río, susurrarán muchas cosas de Juan.

El amor de Juan cubría todos los corazones. La gente acudió a la llamada de Juan en el desierto. Al verle los animales salvajes entendían que era Juan, el Profeta de Dios. Inclinaban las cabezas y le protegían cuando dormía. A veces, cuando él comía se le acercaban y comían de su comida. Entonces, el Profeta Juan sentía lástima por ellos y les ofrecía toda la comida. Antes de saciar el hambre prefería saciar todos sus deseos espirituales, rezaba y suplicaba a Dios. Pasaban las noches con lágrimas en los ojos, recitando los Nombres más Bellos de Dios y dándole gracias. La sinceridad que fluía de sus palabras y actos llegaba a los corazones de los seres humanos y les hacía deshacerse en lágrimas. La sinceridad esforzaba sus palabras y su salida del corazón como un grito sincero.

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