Hoy me siento a escribir con la intención de plasmar un pensamiento que lleva unos días rondándome la cabeza. Ya os anticipo que no tiene nada que ver con la prohibición o no de felicitar las fiestas en las que nos encontramos; no tengo ningún interés en entrar en ese debate que, bajo mi entendimiento, debería estar ya más que superado, aunque por lo que he visto en los últimos días en las redes sociales, veo que aún hay gente que no ha sido capaz de dar ese paso…
La reflexión que me gustaría compartir con vosotros es fruto de varios encuentros y conversaciones que he tenido en estos días y que podríamos decir que giraban en torno al cambio y la transmisión generacional, a la implicación de los jóvenes en las comunidades y su papel como modelos y referencias para la siguiente generación.
Es un asunto que considero de gran importancia, y por ello quería compartir con vosotros mi reflexión y percepción del asunto de forma muy resumida y en líneas generales.
Lo que más me alegra y me hace ser optimista de cara al futuro, es que el asunto se está planteando y existe en el ambiente esa inquietud, bueno, más que inquietud me atrevería a decir esa preocupación. Una preocupación muy sana y necesaria, ya que indica que hay gente consciente de la proximidad y cercanía de ese cambio y se cuestiona cuáles son los pasos a dar y cuál es la manera de hacer ese cambio.
Como todo cambio, hay diferentes maneras de hacerlo, hay diferentes caminos para cambiar. Por un lado está el cambio de los que no son capaces de ver nada de lo positivo que había en la etapa anterior. Me vais a permitir que a este lo llame ‘el cambio de los desagradecidos’; son aquellos que no valoran el trabajo y el esfuerzo que han hecho los que les precedieron y lo único que hacen, sin ningún tipo de reflexión ni discernimiento, es cambiar por cambiar. Antes se hacía de tal manera, pues ahora, por imperativo, hay que hacerlo de manera distinta; ¡que se note el cambio!
Este tipo de cambio está abocado al fracaso ya que se están perdiendo dos de las bases de nuestro Din: En primer lugar se pierde el agradecimiento, que no es más que reconocer y poner en valor lo que han hecho los que hubo antes de ti. Este punto es esencial, ya que veo que está ocurriendo mucho en nuestros días; y de lo que no nos damos cuenta, es que es un comportamiento fruto del orgullo y la arrogancia, que son, como todos sabemos, de las enfermedades más perniciosas y perjudiciales del corazón.
Pero de lo que tampoco nos damos cuenta cuando actuamos de esta manera, es que nos estamos olvidando de nuestros mayores, de su esfuerzo, de todo lo que hicieron y continúan haciendo; pero claro… es que los viejos no se enteran de nada y todo lo hacían mal. Y de hecho, el que yo no haya conseguido triunfar, es fruto de que los viejos no se enteran de nada… Esto es una tremenda falta de misericordia y de compasión, ya que si paráramos un momento el tren de nuestras vidas y fuéramos capaces de reflexionar sobre lo que nos han dejado nuestros mayores, nos daríamos cuenta de que es mucho, muchísimo más de lo que a simple vista podemos imaginar.
La segunda generación de los llamados ‘conversos’, entre los que me cuento, tendríamos que reflexionar sobre el paso que dieron nuestros padres cambiando por completo sus vidas, dejando de lado toda su forma de vida anterior (en algunos casos de forma exagerada incluso) para abrazar el Islam. Tendríamos que reflexionar sobre el enorme regalo que nos han dejado, sobre cómo se han esforzado, con todos los errores que hayan podido cometer, en transmitirnos el Din de Allah de la mejor manera de la que han sido capaces. Y esto, que no es poco, ya debería ser suficiente para nosotros para escucharlos, pedirles consejo y tener en cuenta sus opiniones; pues ellos, como mínimo y con el conocimiento que da la experiencia de la vida, reconocen los errores que han cometido y por ello sus consejos y palabras, son más valiosos que los que podemos encontrar en nuestros iguales.
Por otro lado tenemos la segunda generación de los ‘inmigrantes’; ellos tendrían que reflexionar sobre el enorme esfuerzo que han hecho sus padres por darles un futuro mejor. Hombres y mujeres que han dejado sus hogares, ciudades y países para salir en búsqueda de un futuro esperanzador para sus hijos e hijas, con todo el esfuerzo y dificultad que ello encierra; y no solo eso, sino que además se han preocupado de, en la medida de sus posibilidades, capacidades y entendimiento, transmitirles el Din del Islam o, como mínimo, sembrar en sus corazones la semilla del Islam; y por supuesto que en ese camino habrán cometido muchos errores. Pero en lo que nunca se puede caer es en, por esos errores, mínimos en comparación con el esfuerzo realizado, maltratarlos, acusarlos y denigrarlos. Pues no hay nada peor en nuestro Din, que devaluar y menospreciar los esfuerzos que nuestros padres y nuestros mayores han hecho por nosotros.
Por: Shaij Ahmed Bermejo