Algunas de las nobles cualidades de carácter del Profeta Muhammad – 2

Muhammad generosidad

Solía preguntar a la gente sobre sus necesidades sin que acudiesen a él a pedirle y les daba todo lo que necesitaban

Seguimos, en este post, enumerando algunas de las cualidades de Muhammad ibn Abdillah, el mejor de la creación, que Allah le bendiga y le dé paz.

Muhammad era un hombre tremendamente generoso

Era generoso hasta tal punto que cuando le pedían algo nunca decía que no. En cierta ocasión, a un beduino que insistía en pedirle más y más, siguió dándole ovejas hasta que llenaron un valle entre dos montes. El hombre quedó anonadado y cuando volvió a su gente les dijo: “Aceptad el Islam, pues Muhammad da sin temor a la pobreza”.
Nunca se iba a la cama hasta que todo el dinero de su casa había sido distribuido entre los pobres y necesitados. Solía preguntar a la gente sobre sus necesidades sin que acudiesen a él a pedirle y les daba todo lo que necesitaban. Así como era de generoso con sus pocas posesiones, era de generoso consigo mismo, dando sin cesar consejo, ayuda, amabilidad, perdón y un excelente amor. Este es el Sello de los Profetas, el último Mensajero, el esclavo de su Señor: Muhammad. Ibn ‘Abdullah, que Allah le bendiga y le dé paz.

El Profeta, Muhammad ha sido, es y será el ejemplo perfecto a seguir

Él nos ha enseñado cómo y cuándo purificarnos, cómo y cuándo postrarnos ante Allah, cómo y cuándo ayunar, cómo y cuándo dar. Nos ha enseñado cómo acercarnos a Allah y nos ha advertido de todo aquello que puede alejarnos de Él. El Profeta dirigía la oración con sus Compañeros; y en la soledad e intimidad de su hogar, se levantaba para hacer la oración por la noche, hasta tal punto que sus pies se hinchaban y agrietaban del esfuerzo; y cuando fue preguntado por qué lo hacía, respondió: “¿Acaso no he de ser un siervo agradecido?”.
Y todo esto lo hacía de tal manera, con tal amor y misericordia, que los que le trataban, por muy enemigos que fueran, no podían más que admirarle.

Sus compañeros le amaban

Sus Compañeros le amaban de tal manera que lo anteponían a sus propias familias, posesiones e incluso a sí mismos. Por eso, no dudaban a la hora de sacrificar sus vidas y posesiones por él, por eso Abu Bakr no dudó en poner su pie en el agujero de una serpiente, aunque le mordiera ‒que le mordió‒, con tal de que no se despertase Muhammad, que estaba durmiendo junto a él; por eso, ‘Ali no dudó en acostarse, ocupando su lugar, en su cama, a pesar de saber que los idólatras Quraish de Meca entrarían a asesinarle durante la noche; por eso, cuando una mujer perdió a su marido, su hermano, su padre y su hijo en una de las batallas, a pesar del dolor que ello le producía, nada le importó, excepto que su amado Profeta estuviera bien; por eso, cuando los Quraish apresaron a Zaid Ibn Dazinnah e iban a acabar con su vida, en el último momento, antes de cortarle la cabeza, le preguntaron: “Oh Zaid, ¿no preferirías que Muhammad estuviera ahora en tu lugar para cortarle la cabeza y tu estar tranquilamente con tu familia?”. ¿Qué respondió este noble Compañero, quien había sido testigo del amor y la misericordia del Mensajero de Allah? Dijo: “Por Allah, que no desearía que Muhammad, estando en el lugar en que esté ahora mismo, se viera afectado por la molestia de una espina mientras yo estoy tranquilamente con mi familia”.

En un mes como en el que hoy nos encontramos, hace más de mil cuatrocientos años, esa luz, esa misericordia, esa bondad, ese amor, surgió de la Meca y se extendió por el oriente y el occidente de la Tierra, iluminando los corazones y los rostros de la gente. Esa es la luz que poseen los que siguen la Sunna del Mensajero de Allah. Es la luz divina revelada al último de los mensajeros.

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