En el primer artículo sobre el profeta Ayyub (Job) hablamos de cómo sufrió varias clases de pruebas y todas las superó. Luego fue a verle Shaytán e intentó incitarle al mal, pero Ayyub lo rechazó con firmeza.
Más tarde Shaytán fue a ver a la esposa del profeta. Ella era una mujer fiel; no había abandonado a su marido después de que perdiera sus bienes y se pusiera enfermo. Pero al fin y al cabo ella también era un ser humano y todos tenían sus momentos débiles. El diablo habló con ella, la tentó haciéndola desesperar y la mujer por un momento pensó que el diablo tenía razón. Aquel día la mujer le dijo a su marido:
— ¿Hasta cuándo Dios te va a torturar de esta manera? Perdiste tus bienes, a tu familia y tu salud. ¿Por qué no le pides a Dios que te cure de esta enfermedad?
Job, el héroe de la paciencia, se puso furioso al escuchar esas palabras de su mujer y le dijo:
— ¿Cuántos años vivimos en abundancia?
— Ochenta años.
— ¿Y cuántos años vivimos en miseria y con enfermedad?
— Siete años.
— He vivido ochenta años en abundancia y siete años en miseria. Así que me da vergüenza pedirle a Dios que me salve de esa situación. Te falta la fe y confianza en el destino. Cuando me recupere, juro que te voy a dar cien azotes.
Una noche, cuando todo el mundo estaba durmiendo, salió de su casa y subió a las montañas.
Iba a tener paciencia con la enfermedad aunque se empeorara. Pero un día las heridas empezaron a impedirle hacer las plegarias y entonces Ayyub se dirigió a Dios y le dijo:
— ¡Señor mío! La enfermedad se ha interpuesto entre Tú y yo. ¡Qué aflicción tan grande es no poder decir Tu nombre! ¡Dios Mío! Tú eres el Dueño de la Misericordia Eterna. Protégeme de las cosas que me van a alejar de Ti.
Ayyub mientras rezaba, estaba llorando. De repente se oyó una voz que rompió el silencio de la noche. Le decía a Job:
— Golpea el suelo con tu pie… ahí tendrás agua fresca para lavarte y para beber.
El Profeta de la Paciencia dio un golpe al suelo con su talón… de repente surgió agua de la tierra, fresca, pura y clara. Tenía un sabor muy agradable y era imposible saciarse. Job por un lado bebía del agua y por el otro se lavaba el cuerpo. Al cabo de muy poco tiempo vio que las heridas se curaban y volvió a sentirse vivo como antes. También le había bajado la fiebre el agua bendita que le había curado las enfermedades.
Muy pronto recuperó a su familia. La Misericordia Divina los había hecho regresar; el Profeta de la Paciencia ya no estaba solo.
Ayyub había jurado que cuando sanara le daría cien azotes a su mujer. Pero Allah sabía que él no quería hacer eso en realidad. Al sanar, Dios le inspiró en la idea de coger cien ramas, hacer un haz y darle un sólo golpe con ellas, aliviándolo a él de su juramento y a ella del castigo.
Dios, para recompensar la paciencia de Job, lo elogia en el Corán con las frases siguientes:
“Es verdad que lo hallamos paciente. ¡Qué excelente siervo! Él se dirigía continuamente a su Señor“. (Surat Sad, 38:44)
El Corán lo describe con la palabra “awwab” que significa “el que se vuelve mucho a Allah con paciencia y letanías”. La paciencia de Ayyub le había hecho aprobar la prueba. Después de aquel día todos los enfermos se acordaron de su paciencia y de sus súplicas.
El Profeta de la Paciencia nos enseñó qué fuerza tan grande es la paciencia en su estado puro. Y también nos demostró que las enfermedades espirituales son peores que las del cuerpo. Ya que las enfermedades corporales nos dañan en este mundo pero las del espíritu nos harán daño en la otra vida. La medicina de las enfermedades espirituales es siempre recordar a Allah y obedecerle…