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Thu, 21 Nov 2024

La confianza en Allah 2

Originally posted 2018-11-05 07:46:29.

Confianza en Allah

La sociedad en la que creció Ibrahim adoraba estatuas e ídolos.

En este post continuamos el tema de la confianza en Allah (At-Tawakkul) que empezamos a tratar en el último artículo.

En ese último artículo estuvimos hablando acerca de aleya en la que Allah dice: “Allah es Suficiente para nosotros, qué excelente Guardián”. ‘Hasbuna Allah, wa ni’ma al-wakil’. Mencionamos el contexto en el que fue revelada, la historia que hay detrás de ella, la confiaza en Allah y finalizamos diciendo que este es el secreto y la llave del éxito en esta vida y en la Próxima.

Tomando como base esta aleya y siguiendo con su significado, vamos a remontarnos en el tiempo, a muchos años antes de que fuera revelada esta aleya, para hablar de un hombre  firme y recto que era consciente de esta realidad, un hombre que se enfrentó a los poderes establecidos en su sociedad, un hombre que luchó con sinceridad por Allah, un hombre que sufrió pruebas tremendamente duras y que sabía, que en todo momento era consciente, de que el único que podía ayudarle era Allah.

Ese hombre era el Hanif, el Jalil, el amigo íntimo de Allah, el que reunía en sí todo lo bueno, el que era como una Ummah, el que tenía una tendencia innata hacia la creencia verdadera. Este hombre era el Profeta Ibrahim, la paz sea con él. Adentrarnos en toda la historia de este noble hombre en solo un artículo sería muy complicado, así que vamos a centrarnos únicamente en su infancia y juventud, para llegar al punto que queremos destacar.

Ibrahim nació y creció en una sociedad politeísta

Ibrahim nació y se crió en el seno de una sociedad totalmente politeísta, ya no quedaba entre su gente nada de las enseñanzas de Nuh, la paz sea con él, ni de ninguno de los anteriores profetas y mensajeros. Adoraban a los astros y las estatuas. Su propia familia se dedicaba a construir ídolos de madera y de piedra que luego vendían para que la gente las adorara. Desde el principio, eso asombró a Ibrahim ¿cómo es posible que los dioses sean estatuas creadas por los hombres?

Solía subirse en las estatuas que fabricaba su familia, las golpeaba y azuzaba como si fueran sus caballos y cabalgaba sobre ellas, ese era su juego favorito. Un día su padre (o su tío), vio que estaba montado sobre la estatua de Marduj, y se puso furioso, prohibiéndole que volviera a jugar allí. Ibrahim se le acercó y dijo, ¿Qué es esta estatua, por qué tiene unas orejas tan grandes, mucho más grandes que las nuestras? Le respondió diciendo: “Este es Marduj, es el dios de los dioses, y sus grandes orejas muestran su profundo conocimiento”. Cuando escuchó esto, a Ibrahim le entró un ataque de risa que no podía controlar; tan sólo tenía siete años.

Pasan los años y el profeta Ibrahim está cada vez mas decidido a sacar a su gente del error en el que se encuentra. Teniendo aproximadamente 16 años, los reúne y les dice: “¿Qué son esas estatuas a las que dedicáis vuestra adoración? ¿Para qué les dais comida y bebida? ¿Acaso pueden beneficiaros? ¿De qué os sirve que tengan orejas muy grandes?”. Su gente, incapaz de responder, se da cuenta que Ibrahim tiene razón, pero no lo puede admitir y lo único que dice es: “Encontramos a nuestro padres adorándolas, por eso las adoramos nosotros”. Ibrahim asiente y dice: “Sí, ciertamente vosotros, al igual que vuestros padres antes que vosotros, estáis en un extravío evidente”.

Ibrahim es expulsado de su propio hogar y se aleja de su pueblo, está desesperado, no sabe qué más puede hacer;  su pueblo está completamente entregado a la adoración de los ídolos, y él no puede hacer nada para mostrarles el error en el que está viviendo.

Ibrahim destruye las estatuas

Decide entonces dar un paso más y, aprovechando que todos los miembros de su pueblo se han ido a una celebración que tenía lugar en un valle cercano, se dirige al templo en el que están todos los ídolos. Entra llevando en sus brazos un hacha muy afilada y, cuando entra y ve ante las estatuas bandejas llenas de comida, va al primero de ellos y le pregunta en voz alta: “¿Qué pasa, por qué no comes? ¿No te gusta la comida que te han traído? ¿Qué es lo que pasa que no respondes mis preguntas?”

Entonces levanta su hacha y comieza a golpear todas las estatuas, al tiempo que proclama la unidad de Allah, y las destruye a todas, excepto la más grande de la que colgó el hacha con el que ha destruido a las demás. Cuando lo hace, le invade una sensación de bienestar, está convencido de que esta será la prueba que su gente necesita para rechazar, de una vez por todas, la adoración de los ídolos y poder entregarse a la adoración de Allah.

Vuelve su pueblo de la celebración, y lo primero que hace es ir a su templo para agradecer a sus ídolos el haber disfrutado tanto. Pero cuál es su sorpresa cuando entran en el templo y ven todas las estatuas rotas, hechas mil pedazos esparcidos por el suelo. La ira comienza a apoderarse de ellos y gritan: ¿Quién ha podido destruirlos? ¿Cómo ha podido ocurrir? ¿Quién ha sido el causante de un delito tan grande?

Dice Allah:

“Dijeron: ¿Quién ha hecho esto con nuestros dioses? Ciertamente es un injusto. Dijeron: Hemos oído a un joven referirse a ellos, le llaman Ibrahim. Dijeron: Traedlo a la vista de todos, quizás puedan atestiguar. Dijeron: ¿Eres tú el que has hecho esto con nuestros dioses, Ibrahim?  Dijo: No; ha sido éste, el mayor de ellos. Preguntadle, si es que puede hablar”. (Surat Al-Anbiya, 21:59-63)

Estaban llenos de ira, tenían que apresar a Ibrahim y juzgarlo por el crimen que había cometido, no podían dejarlo irse sin más, había destruido lo que más querían. Y esto era precisamente lo que esperaba Ibrahim, que le apresaran y le juzgaran. Cuando llegó el momento del juicio, le preguntaron si él era el responsable de destruir los ídolos. Ibrahim, absolutamente sereno, con una sonrisa en el rostro, dice que tendrían que preguntarle al que no había sido destruido, que él podría decirles lo que había pasado. Ellos responden que no pueden hacerlo, porque sus estatuas no pueden hablar y no pueden tan siquiera defenderse. Nada más decirlo, se dan cuenta de que están en un error, de que están adorando algo que no tiene poder alguno.

El orgullo les impide reconocer y creer

¿Qué ocurre entonces? ¿Por qué en ese momento siguen creyendo? Por el orgullo, el orgullo es lo que les impide reconocer que están en un error, el orgullo es lo que les impide creer en Allah, y esto ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad en numerosas ocasiones, los había que veían la verdad con claridad, pero el orgullo les impedía seguirla.

A pesar de que el pueblo de Ibrahim se dio cuenta de que estaba en un error, no pudo reconocerlo; lo único que podía hacer, era usar el poder que poseía para castigar al que había destruido sus queridas estatuas. La ira ardía en sus corazones, tenían que castigarle de una manera ejemplar, así que decidieron hacer un fuego, el fuego más grande que jamás se había visto; todos los habitantes se unieron para reunir madera durante todo un mes, y cuando acumularon una cantidad inmensa le prendieron fuego. Y era tal el calor que no podían tan siquiera acercase a él, ni los pájaros que volaban en el aire se podían acercar.

Arrojan a Ibrahim a la hoguera

Trajeron una catapulta con la que lanzar a Ibrahim a la hoguera, le ataron de pies y manos y el gran sacerdote dio la orden. En el trayecto, cuando Ibrahim estaba volando hacia la hoguera, hacia una muerte segura, se acercó a él el angel Ŷibril, la paz sea con él, que le preguntó: “Oh Ibrahim, ¿tienes alguna necesidad, necesitas algo?” Ibrahim dijo: “De ti no, de ti no necesito nada”.

¡Allahu Akbar! Estaba a punto de morir, iba encaminado hacia un fuego ardiente que le quemaría por completo en cuestión de segundos, estaba notando ya en su rostro el calor de ese fuego y tenía ante sí la oportunidad de salvarse, Yibril estaba allí para salvarle de ese cruel destino. Pero Ibrahim, que era el Hanif, el amigo íntimo de Allah, que confiaba en su Señor por encima de todas las cosas, le dijo: “No, de ti no necesito nada, pero sí lo necesito de Allah: Allah es Suficiente para mí y qué excelente guardián”. Hasbiya Allah, wa ni’ma al-wakil.

Al escuchar esta respuesta, que es una muestra clara del entregarse por completo a Allah, Allah le dijo al Fuego: “Fuego, sé frío e inofensivo para Ibrahim”. El fuego, que es una creación de Allah, se sometió a Su Voluntad y se convirtió en fresco y seguro para Ibrahim. Y si Allah sólo le hubiera dicho: “Fuego, sé frío” Ibrahim hubiera muerto a causa del frío. Pero se convirtió en frio inofensivo, en frío y apacible para Ibrahim.

Lo único que se quemó fueron las cuerdas que le ataban, e Ibrahim, durante siete días,  se quedó en el medio del fuego, como si estuviera en un apacible jardín, glorificando y agradeciendo a Allah Su favor, con el corazón lleno de amor hacia Él. No había lugar para el miedo o el temor, pues sabía que Allah estaba con Él. Por eso Ibrahim es el Jalil de Allah, el amigo íntimo de Allah.

Esta historia, al igual que la del artículo pasado, nos demuestra una vez más que el secreto del éxito está en confiar en Allah, en entregarse únicamente a Él, en emplearse y seguir lo que a Allah Le complace. Y entonces, por mucho que se una la gente en tu contra, por mucho que vayan contra tí, no tendrán ningún poder para hacerte daño, pues estarás empapado del amor de Allah, de confianza y protección, y reconocerás, como reconoció Ibrahim: “Allah es Suficiente para mí y qué excelente guardián”.

                                   Hasbiya Allah, wa ni’ma al-wakil.

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