De entre los dones de Allah, con los que Él ha favorecido y honrado a los seres humanos, por encima de muchas de Sus criaturas, están los dones del intelecto (Al-‘Aql) y el sentimiento/la emoción (Al-‘Átifa). Y esto es para que el hombre pueda vivir una vida equilibrada en su conducta y sus acciones.
Al anular uno de los dos, o si uno predomina sobre el otro, se da un fallo. Se descoloca y se corrompe la vida.
Sin embargo, con un equilibrio correcto el ser humano está completo y camina por la senda de la rectitud.
Por eso Allah ordena a los creyentes la justicia y la equidad, y también encomienda la excelencia y hacer el bien. Dice Allah:
“Realmente Allah ordena la justicia y la excelencia” (Surat An-Nahl, 90)
Así pues, la justicia es una de las disposiciones la razón (Al-‘Aql), y la excelencia o hacer el bien se desprende de la emoción (Al-‘Átifa). El intelecto se caracteriza por la rigidez y la fuerza, mientras que la emoción se caracteriza por la delicadeza y la dulzura. De manera que la rigidez de la razón se suaviza por la delicadeza de la emoción. Y la volatilidad de la emoción se refina y asienta por la estrategia de la razón. La definición legal del intelecto, según las normas de la Shari’ah, es que es: aquello que hace al musulmán alejarse de la injusticia y la inmoralidad, y le hace aplicar la justicia y la equidad, incluso a sí mismo, o a la gente más cercana a él, dejando la emoción a un lado. Dice Allah:
“Que el odio que podáis sentir por unos, no os lleve al extremo de no ser justos. ¡Sed justos! Eso se acerca más a la temerosidad (taqwa)”. (Surat Al-Ma’idah, 8).
Mientras que la emoción es la que hace que el hombre construya una familia en la que hay una esposa y unos hijos, que los trate con cariño y tenga paciencia con ellos, y que trate bien a sus padres. Dice Allah:
“Haréis el bien a vuestros padres” (Surat al Baqarah, 83).
Un hombre preguntó al Profeta, que Allah le bendiga y le dé paz: “Oh Mensajero de Allah: ¿qué persona tiene más derecho a mi buena compañía?” y le dijo: “Tu madre”. Preguntó (el hombre): “Y ¿luego quién?”. Dijo: “Luego tu madre”. Preguntó (por tercera vez): “Y ¿luego quién?”. Dijo: “Luego tu madre”. Preguntó (por cuarta vez): “Y ¿luego quién?”. Dijo: “Luego tu padre”. (Lo transmite Al Bujari, de Abu Hurairah).
La emoción es lo que hace que el creyente se vea afectado por el recuerdo de Allah (dhikr) y que su corazón se estremezca al recitar Su Libro: “Los creyentes son aquéllos que cuando se recuerda a Allah, se les estremece el corazón…” (Surat Al-Anfal, 2).
Así que las consecuencias finales de la emoción son positivas y loables, siempre y cuando el intelecto esté controlándola. Pero si se revela al discurso del intelecto y conduce a la persona a la agitación y la alteración, entonces el destino de tal persona será la confusión y la destrucción.
Una de las cosas que indican que la emoción predomina es el auto-alago y el cubrir los fallos propios, intentando mostrar únicamente las virtudes. El Corán ha reprobado a aquéllos que se elogian a sí mismos. Dice Allah: “¿No has visto a los que se consideran a sí mismos puros? Sin embargo, Allah purifica a quien quiere”. (Surat An-Nisa, 49). También el amor extremo y el odio extremo.
También la exageración en cuanto a imaginar las cosas y cómo presentarlas. Y el apego a sueños e ilusiones. Dijo el Profeta, la paz sea con él: “El inteligente es el que se hace las cuentas a sí mismo y actúa para lo que viene después de la muerte. Y el incapaz o el necio es el que hace a su ego seguir sus apetitos, mientras pone sus esperanzas en Allah (para que le perdone)”.
(Lo transmite At-Tirmidhi, de Shaddad ibn Aus).