La mayoría de las religiones, incluyendo las religiones abrahámicas y no abrahámicas, prestan mucha atención a la purificación y a la limpieza. El cristianismo y el Islam son las dos religiones abrahámicas que se preocupan más por la purificación y limpieza.
La limpieza es de dos tipos: morales y físicas. Los dos mensajes divinos anteriores se refirieron a la importancia del primer tipo, es decir, la pureza moral.
Por ejemplo, el Islam considera la caridad un medio de purificación para los musulmanes. Esta purificación no es física sino interna. Sobre eso, el Corán dice:
Exígeles que den dádivas de sus riquezas y con ellos los limpiarás y los purificarás. Y pide por ellos, pues realmente tus oraciones son para ellos una garantía.
Y Allah es Quien oye y Quien sabe (At-Tawbah 9: 103)
En cuanto a la cristiandad, a menudo hace hincapié en la purificación espiritual, moral. Se trata de la limpieza de los corazones por medio de la fe en lugar de la limpieza de los miembros. Por ejemplo, en el Nuevo Testamento, leemos: “Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones”. (Hechos 15: 8-9)
Sin embargo, el segundo tipo de purificación y limpieza, es decir, la purificación física y la limpieza, requiere explicación, clarificación y descripción.
Nos damos cuenta de que el mensaje final del Islam se ha manifestado sobre todos los aspectos de la limpieza física a través del Corán y la Sunna (tradición del profeta Muhammad).
En cuanto a la cristiandad, el Nuevo Testamento está desprovisto de cualquier explicación satisfactoria de la limpieza física. Se centra solo en la pureza moral. Por otro lado, el Antiguo Testamento aclara solo algunos aspectos de la limpieza física y la higiene personal. Sin embargo, el tratamiento de este tema en el Antiguo Testamento no resiste la comparación con el del Islam.
En cuanto a la limpieza, el Antiguo Testamento oscila entre el carácter excesivo y la negligencia, al contrario que el Islam, en el que se hace de una manera muy equilibrada, moderada y completa cuando se trata de la limpieza, especialmente la higiene personal.
Observamos que el enfoque islámico parece más preocupado por la higiene personal, incluso con fines diferentes al culto, a diferencia del Antiguo Testamento, donde la limpieza y la purificación a menudo se destinan únicamente al culto.
Vamos a discutir la cuestión de la higiene personal entre el cristianismo y el Islam para saber cómo el cristianismo y el Islam se ocupan de esta cuestión tan importante.
La micción y la defecación
La micción y la defecación en el Islam
En el Islam, orinar y defecar tienen ciertos códigos, incluyendo evitar ensuciarse con la orina y las heces, la limpieza de uno mismo, preferiblemente con agua, el cubrir las partes íntimas y mantenerse lejos de las miradas de las personas en la medida de lo posible.
El Profeta Muhammad (la paz sea con él) advirtió sobre no respetar o dejar de lado lo antes mencionado y señaló que esto lleva a la tortura en la tumba.
Ibn `Abbas narró que el Profeta una vez iba a través de un cementerio de Medina cuando oyó las voces de dos seres humanos que estaban siendo torturados en sus tumbas. El Profeta dijo: “Están siendo castigados, pero no están siendo castigados a causa de un pecado mayor; sin embargo, sus pecados son grandes. Uno de ellos no se mantenía limpio de orina, y el otro solía calumniar”. Entonces el Profeta pidió una hoja de palmera verde, que dividió en dos trozos y colocó un trozo en cada tumba, diciendo: “Espero que su castigo se amaine mientras estos trozos de la hoja no se sequen”. (al-Bujari)
La norma sobre orinar y defecar en el Islam también incluye evitar orinar y defecar en la carretera, a la sombra o en el agua, ya sea corriente o estancada.
Abu Hurayrah relató que el Mensajero de Dios dijo: “Estar en guardia contra dos cosas que provocan la maldición”. Ellos (los Compañeros presentes allí) dijeron: “Mensajero de Dios, ¿cuáles son las cosas que provocan la maldición?” Dijo: “Aliviarse en las vías públicas o bajo las sombras (en el que se apoyan y descansan)”. (Muslim)
Yabir narró que el Mensajero de Dios prohibió orinar en el agua estancada. (Muslim)
Abu Hurairah narró que el Profeta dijo: “Nadie debe orinar en el agua corriente y luego bañarse en ella”. (Muslim)
La micción y la defecación en el cristianismo
Al contrario que en Islam, no encontramos normas cristalinas sobre orinar y defecar en el cristianismo, especialmente en el Nuevo Testamento. Del mismo modo, en el Antiguo Testamento, no encontramos normas específicas, a excepción de la orden de salir fuera del campamento, cavar un hoyo para defecar y luego tapar el agujero. En el Antiguo Testamento, leemos:
“Tendrás un lugar fuera del campamento adonde salgas; tendrás también entre tus armas una estaca; y cuando estuvieres allí fuera, cavarás con ella, y luego al volverte cubrirás tu excremento;” (Deuteronomio 23: 12-14)
Las relaciones sexuales y los fluidos
Las relaciones sexuales y los fluidos sexuales en el Islam
En el Islam, la purificación es una necesidad después de la impureza ceremonial, es decir, después de la relación sexual y de la secreción de fluidos sexuales en general, ya sea a través de las relaciones sexuales, sueños húmedos, la masturbación o de cualquier otra manera. Es obligatorio tomar un baño después de la impureza consecuencia de las relaciones sexuales o de la secreción de cualquier fluido sexual. En el Corán, leemos:
Y si estáis impuros, purificaos. (Al-Ma’idah 5: 6)
Sobre la obligación de tomar un baño en concreto después de la relación sexual, Abu Hurairah narró que el Profeta Muhammad dijo: “Cuando un hombre se sienta en medio de las cuatro partes de una mujer y tiene relaciones sexuales con ella, se hace obligatorio para él tomar un baño”. (Al- Bujari)
Sobre la obligación de tomar un baño después de la secreción de un fluido sexual, Ali narró que el Profeta Muhammad dijo: “Si segregas un fluido (sexual), a continuación, toma un baño” (Abu Dawud y An-Nasai ‘)
(La madre de los creyentes) Umm Sulaim, la esposa de Abu Talha, se acercó al Mensajero de Dios y dijo: “¡Oh Mensajero de Dios! En verdad Dios no se avergüenza de (decirte) la verdad. ¿Es necesario para una mujer tomar un baño después de haber tenido un sueño húmedo (descarga sexual nocturna)?” El Mensajero de Dios respondió: “Sí, si nota una secreción”. (Al-Bujari)
Las relaciones sexuales y los fluidos sexuales en el cristianismo
En el Nuevo Testamento no encontramos una descripción detallada de la forma de purificación física tras la relación sexual y la secreción de fluidos sexuales.
En el Antiguo Testamento, encontramos una descripción del rito de la purificación después del coito, pero nos damos cuenta de que la forma prescrita es exagerada y degradante para el hombre, a quien Dios ha honrado.
Nos encontramos con que el Antiguo Testamento considera a hombres y mujeres impuros después del coito, incluso después de tomar un baño y afirma que su impureza se extiende a las cosas sobre las que se llevó a cabo el acto sexual. El Antiguo Testamento hace obligatorio lavar con agua esas cosas. En el Antiguo Testamento, leemos:
“Cuando el hombre tuviere emisión de semen, lavará en agua todo su cuerpo, y será inmundo hasta la noche. Y toda vestidura, o toda piel sobre la cual cayere la emisión del semen, se lavará con agua, y será inmunda hasta la noche. Y cuando un hombre yaciere con una mujer y tuviere emisión de semen, ambos se lavarán con agua, y serán inmundos hasta la noche” (Levítico 15: 16-18).
En cuanto a los fluidos sexuales, el Antiguo Testamento considera dichas secreciones tan impuras que ensucian los suelos y todo a su alrededor, incluso aunque se purifique tomando un baño. Al igual que una mujer en el parto o con el sangrado vaginal, un hombre tiene que expiar tras la secreción de cualquier fluido sexual. En el Antiguo Testamento, leemos:
Habló Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo: Hablad a los hijos de Israel y decidles: Cualquier varón, cuando tuviere flujo de semen, será inmundo… Toda cama en que se acostare el que tuviere flujo, será inmunda; y toda cosa sobre que se sentare, inmunda será… y el sacerdote hará del uno ofrenda por el pecado, y del otro holocausto; y el sacerdote le purificará de su flujo delante de Jehová… “(Levítico 15: 1-15).
Menstruación, puerperio y sangrado vaginal
Menstruación, puerperio y sangrado vaginal en el Islam
La higiene personal después de la menstruación y el puerperio está descrita en el Islam. En primer lugar, los esposos tienen que abstenerse de tener relaciones sexuales con sus esposas durante la menstruación o el puerperio. Sobre eso, en el Corán, leemos:
Te preguntan sobre la menstruación. Di: Es una impureza. Así pues, abstenéos de las mujeres mientras dure y no vayáis a ellas hasta que no estén puras.
Y una vez que se hayan purificado, id a ellas por donde Allah os manda.
Es cierto que Allah ama a los que se vuelven a Él y a los que se purifican.(Al-Baqarah 2: 222)
Por otra parte, la purificación después de la menstruación y el puerperio per se tienen normas en Islam. Al final del período de menstruación o puerperio una mujer tiene que tomar un baño, en el que se lava el cuerpo completo, lavarse los genitales tres veces, limpiarse los rastros de sangre y perfumarse sus genitales.
‘Aisha narró que una mujer Ansari le preguntó al Profeta cómo tomar un baño después de la menstruación. Él respondió: “Toma un trozo de un paño perfumado con almizcle y límpiate con él tres veces”. El Profeta entonces se sintió avergonzado y volvió su rostro. Por lo tanto, la atraje hacia mí y le dije lo que quería decir el Profeta”. (Al-Bujari)
Otra narración bajo la autoridad de ‘Aisha dice: “Una mujer le preguntó al Profeta acerca del baño que se debe tomar después de la menstruación. El Profeta le dijo qué hacer y dijo, “purificarse con un trozo de tela perfumado con almizcle”. La mujer preguntó, “¿Cómo voy a purificarme con ella?” Él dijo: “¡Gloria a Dios! Purifícate (con él)”. La atraje hacia mí y le y dije,” Frota el lugar manchado de sangre con él”. (Al-Bujari)
En el Islam, la menstruación y el puerperio no llevan a la mujer al aislamiento, a la reclusión o a la segregación. Por el contrario, implican consuelo y bondad hacia la mujer.
Durante la menstruación y el puerperio el Islam prohíbe solamente la penetración, pero sigue permitiendo las relaciones sexuales sin penetración. Bajo el capítulo de la menstruación en Sahih Al-Bujari, nos encontramos con que el Profeta solía expresar simpatía y se mostraba bondadoso con sus mujeres durante sus períodos y las trataba con absoluta normalidad, de la forma en que solía hacerlo.
El Profeta recitaba el Corán junto a sus mujeres durante la menstruación. Sus mujeres se lavaban la cabeza durante sus períodos, y él dormia con ellas sin penetración.
En el Islam se han aligerado las órdenes durante la menstruación y el puerperio. Pueden dejar de ayunar durante su menstruación o puerperio en Ramadán y pueden compensar después de Ramadán por los días en que hayan roto el ayuno. También pueden dejar de ofrecer la oración sin compensar las oraciones perdidas. Es recomendado para ellas presenciar las oraciones de fiesta.
En cuanto a la hemorragia vaginal fuera de los períodos menstruales normales, una mujer sólo tiene que purificarse para cada oración mediante la realización de la ablución (wudu).
‘Aisha narró que Fatimah Bint Abi Hubaish le dijo al Mensajero de Dios,”¡Oh Mensajero de Dios! No llego a estar limpia (del sangrado vaginal) ¿Debería abandonar mis oraciones?” El Mensajero de Dios respondió: “No, porque es de un vaso sanguíneo y no de la menstruación. Por eso, cuando comience la verdadera menstruación, renunciar a tus oraciones y cuando (el período) termine, lava la sangre de tu cuerpo (báñate) y ofrece tus oraciones”. (Al-Bujari)
Menstruación, puerperio y sangrado vaginal en el cristianismo
En el Nuevo Testamento, no encontramos la forma de proceder de una mujer durante la menstruación y el puerperio. En el Antiguo Testamento, observamos que considera la menstruación puerperio como delitos punibles.
Así, observamos que el Antiguo Testamento considera impura a la mujer menstruante, así como quien le toca a ella o a su cama, y esta persona debe tomar un baño y lavar su ropa. Asimismo, sobre lo que se sienta o yace una mujer menstruante se convierte en impuro. En el Antiguo Testamento, leemos:
“Cuando la mujer tuviere flujo de sangre, y su flujo fuere en su cuerpo, siete días estará apartada; y cualquiera que la tocare será inmundo hasta la noche.
Todo aquello sobre que ella se acostare mientras estuviere separada, será inmundo; también todo aquello sobre que se sentare será inmundo.
Y cualquiera que tocare su cama, lavará sus vestidos, y después de lavarse con agua, será inmundo hasta la noche.
También cualquiera que tocare cualquier mueble sobre que ella se hubiere sentado, lavará sus vestidos; se lavará luego a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la noche.
Y lo que estuviere sobre la cama, o sobre la silla en que ella se hubiere sentado, el que lo tocare será inmundo hasta la noche.
Si alguno durmiere con ella, y su menstruo fuere sobre él, será inmundo por siete días; y toda cama sobre que durmiere, será inmunda”. (Levítico 15: 19-24)
En cuanto al puerperio, en el Antiguo Testamento se considera a una mujer en cuarentena tan impura como a la mujer que está menstruando. Por lo tanto, ella no puede tocar ninguna cosa santa o ir al santuario. La impureza de una mujer en cuarentena se multiplica si ha dado a luz a una niña. Dado que el puerperio es un crimen desde el punto de vista del Antiguo Testamento, una mujer tiene que expiar por él. En el Antiguo Testamento, leemos:
“Habló Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo:
Hablad a los hijos de Israel y decidles: Cualquier varón, cuando tuviere flujo de semen, será inmundo.
Y esta será su inmundicia en su flujo: sea que su cuerpo destiló a causa de su flujo, o que deje de destilar a causa de su flujo, él será inmundo.
Toda cama en que se acostare el que tuviere flujo, será inmunda; y toda cosa sobre que se sentare, inmunda será.
Y cualquiera que tocare su cama lavará sus vestidos; se lavará también a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la noche.
Y el que se sentare sobre aquello en que se hubiere sentado el que tiene flujo, lavará sus vestidos, se lavará también a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la noche.
Asimismo el que tocare el cuerpo del que tiene flujo, lavará sus vestidos, y a sí mismo se lavará con agua, y será inmundo hasta la noche.
Y si el que tiene flujo escupiere sobre el limpio, éste lavará sus vestidos, y después de haberse lavado con agua, será inmundo hasta la noche”. (Levítico 12: 1-8)
En cuanto al sangrado vaginal, es como la menstruación en el Antiguo Testamento en términos de impureza de la mujer y necesita expiar por un crimen que no ha cometido. Sin embargo, el sufrimiento de la mujer que sufre sangrado vaginal es mucho más largo y mayor. En el Antiguo Testamento, leemos:
“Y la mujer, cuando siguiere el flujo de su sangre por muchos días fuera del tiempo de su costumbre, o cuando tuviere flujo de sangre más de su costumbre, todo el tiempo de su flujo será inmunda como en los días de su costumbre.
Toda cama en que durmiere todo el tiempo de su flujo, le será como la cama de su costumbre; y todo mueble sobre que se sentare, será inmundo, como la impureza de su costumbre.
Cualquiera que tocare esas cosas será inmundo; y lavará sus vestidos, y a sí mismo se lavará con agua, y será inmundo hasta la noche.
Y cuando fuere libre de su flujo, contará siete días, y después será limpia.
Y el octavo día tomará consigo dos tórtolas o dos palominos, y los traerá al sacerdote, a la puerta del tabernáculo de reunión; y el sacerdote hará del uno ofrenda por el pecado, y del otro holocausto; y la purificará el sacerdote delante de Jehová del flujo de su impureza.
Así apartaréis de sus impurezas a los hijos de Israel, a fin de que no mueran por sus impurezas por haber contaminado mi tabernáculo que está entre ellos.
Esta es la ley para el que tiene flujo, y para el que tiene emisión de semen, viniendo a ser inmundo a causa de ello; y para la que padece su costumbre, y para el que tuviere flujo, sea varón o mujer, y para el hombre que durmiere con mujer inmunda”. (Levítico 15: 25-33)
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Referencias:
1- El Glorioso Corán
2- Sahih Al-Bujari
3- Sahih Muslim
4- Sunan Abi Dawud
5- Sunan An-Nasai ‘
6- La Santa Biblia