Originally posted 2018-06-29 18:28:03.
Mujeres cautivas en Islam
El Islam fue la primera creencia en imponer respeto y buen trato hacia las mujeres esclavas y las mujeres en cautividad. El primer beneficio que las mujeres esclavas y cautivas obtuvieron en el Islam fue su emancipación, de acuerdo con la orden general de emancipación de los esclavos bajo el Islam (Al-Balad, 90:13), por no mencionar el hecho de que el Islam hizo que la emancipación de esclavos fuera una expiación por algunas faltas (Al- Maidah 5:89), (Al-Mujadilah 58: 3).
El Islam no solo insta a la emancipación de la mujer esclava y la cautiva, sino que también llama a su educación, el refinamiento, la emancipación y el matrimonio con ellas. Ofreció doble recompensa por hacerlo, con el fin de animar a los musulmanes a hacer esto.
Abu Burda transmitió de su padre que el Mensajero de Allah dijo: “Cualquier hombre que tiene una esclava a quien educa correctamente, enseña buenos modales, la mantiene y se casa con ella obtendrá una doble recompensa”. (Al-Bujari).
El Profeta Muhammad fue un buen ejemplo para los musulmanes de cómo poner en práctica lo anterior. Liberó a muchas mujeres que se encontraban en esclavitud o cautiverio, tanto es así que la mitad de las Madres de los Creyentes (las esposas del Profeta Muhammad) eran mujeres originalmente en cautiverio o esclavas.
María la copta era una esclava con quien Profeta Muhammad fue ofrendado por Al-Muqawqis (de Egipto). Yuwairiyah bint Al-Harith, Safiyah Bint Huyay y Rayhanah Bint Zayd habían sido mujeres originalmente en cautividad que el Profeta Muhammad emancipó y se casó con ellas, y así se convirtieron en Madres de los Creyentes.
Las mujeres cautivas liberadas por el Profeta Muhammad no se limitan a las Madres de los Creyentes. Por el contrario, la emancipación de algunas Madres de los Creyentes llevó a que más tarde se liberaran otras mujeres de sus tribus que estaban también en cautiverio.
Por otra parte, el Profeta Muhammad liberó a mujeres cautivas con las que no se casó, como Safanah Bint Hatem Al-Tai y las mujeres cautivas de la tribu de Hawzin. Por lo tanto, el Profeta Muhammad no liberaba a las mujeres cautivas únicamente para casarse con ellas.
Islam estableció para las mujeres cautivas y las esclavas varias maneras de salir de la esclavitud. Es más, el Islam llama a su educación, al refinamiento y la emancipación de forma gratuita y después al matrimonio con ellas, pero también insta a los musulmanes que no puedan hacer esto a cobrar una cantidad material a cambio de su liberación (An-Nur 24:33).
Por otra parte, el Islam hizo que el hecho de que una mujer cautiva o esclava dé a luz a un niño de su amo sea automáticamente conducente a la liberación de esta mujer cautiva o esclava. En este caso, a una mujer esclava o cautiva, se le llama Umm Walad, es decir, “la madre de un niño”. Por lo tanto, se convierte en no prescindible, es decir, no puede ser vendida o de cualquier modo dada a otra persona.
Si no es posible ni la emancipación, con o sin compensación, ni el parto de un niño del amo, el Islam garantiza una buena vida para las mujeres cautivas y esclavas gracias a los beneficios que obtienen en virtud del mismo.
Por ejemplo, el Islam anima a los hombres musulmanes a casarse con mujeres cautivas musulmanas y con esclavas, si no pueden permitirse el matrimonio con mujeres musulmanas libres, y se les hace así beneficiarias de los mismos derechos que los que disfrutan las mujeres libres, incluyendo la dote y la solicitud de permiso para casarse que se ha de pedir al tutor (An-Nisa, 4:25), (Al-Baqarah, 2: 221).
En términos claros, el Islam ordena el buen trato hacia las mujeres esclavas y cautivas (An-Nisa, 4:36). Y, aunque el buen trato implica un sinnúmero de manifestaciones y formas, hay ciertas formas de buen trato que se ordenan específicamente en el Islam, como la prohibición de su explotación para hacer dinero mediante coaccionarlas a la prostitución (An-Nur, 24:33) y la llamada a darlas en el matrimonio si sus tutores no están dispuestos a casarse con ellas (An-Nur, 24:32).
Como misericordia y compasión por las esclavas y las mujeres en cautividad, si cometen delitos punibles, recibirían la mitad de la pena que las mujeres libres reciben (An-Nisa, 4:25).
Mujeres cautivas en el cristianismo
El derecho más básico de las mujeres cautivas, que es el derecho a la vida, no está garantizado en la Biblia. El Antiguo Testamento nos habla de la sangre de las mujeres y las mujeres cautivas, en general.
En el Antiguo Testamento, leemos:
“Embriagaré de sangre mis saetas, y mi espada devorará carne: la sangre de los muertos y de los cautivos, las cabezas de los jefes del enemigo”. (Deuteronomio 32:42)
También leemos:
“Matad, pues, ahora a todos los varones de entre los niños; matad también a toda mujer que haya conocido varón carnalmente”. (Números 31:17)
También en el Antiguo Testamento leemos:
“Ve, pues, y ataca a Amalec, y destruye todo lo que tiene y no te apiades de él; mata a hombres y a mujeres, a niños y hasta a los de pecho, y vacas y ovejas, camellos y asnos”. (1 Samuel, 15: 3).
Y leemos:
“E hicieron convenio de buscar a Jehová, el Dios de sus padres, con todo su corazón y con toda su alma; y que todo el que no buscase a Jehová, el Dios de Israel, muriese, grande o pequeño, hombre o mujer”. (2 Crónicas, 15: 12-13).
“Y se escribió en nombre del rey Asuero y se selló con el anillo del rey, y se enviaron cartas por medio de mensajeros a caballo, montados en corceles vástagos de yeguas reales; en ellas el rey concedía a los judíos que estaban en todas las ciudades que se reuniesen y estuviesen a la defensa de su vida, para exterminar, y matar y destruir el poder del pueblo o provincia que viniese contra ellos, aun a niños y a mujeres, y para apoderarse de sus bienes”. (Ester 8: 10-11).
La mayor ganancia que una mujer cautiva había conseguido bajo el cristianismo a la luz de la Biblia es el menor de los beneficios que establece el Islam para ella, que es el estado Umm Walad. Así como Umm Al-Walad, que es la esclava que da a luz a un niño de su amo, es invendible, el cristiano o creyente en la Biblia no podría vender a la mujer cautiva con quien decide casarse, si a él luego no le gusta.
En el Antiguo Testamento, leemos:
“Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, y Jehová tu Dios los entregue en tus manos, y tomes de ellos cautivos, y veas entre los cautivos alguna mujer hermosa, y la desees y la quieras tomar para ti por esposa, la llevarás a tu casa; y ella se rapará la cabeza, y se cortará las uñas, y se quitará el vestido de su cautiverio, y se quedará en tu casa y llorará a su padre y a su madre durante un mes. Y después podrás llegarte a ella, y tú serás su marido, y ella será tu esposa. Y sucederá que, si no te agrada, la dejarás en libertad; y no la venderás por dinero ni la maltratarás, por cuanto la humillaste”. (Deuteronomio 21: 10-14).
Por lo tanto, el derecho a la vida de las mujeres esclavas y las cautivas no está garantizado en la Biblia. Lo máximo que se les puede llegar a garantizar es que se las deje ir sin venderlas, que es el mismo nivel que el de la Umm Al-Walad en el Islam.
Aunque el Nuevo Testamento habla con frecuencia sobre la igualdad entre amos y esclavos (1 Corintios 12:13), (Gálatas 3: 27-28), el cristianismo no proporcionó mecanismos prácticos o materiales, ni resoluciones explícitas para la emancipación de las esclavas y cautivas ni para asegurarles una buena vida y un buen trato.
En el Nuevo Testamento, sólo encontramos preceptos genéricos para que los esclavos se sometan a sus amos y los complazcan. En el Nuevo Testamento, leemos:
“Exhorta a los esclavos a que estén sujetos a sus amos, que les agraden en todo y que no sean respondones” (Tito 2: 9)
También leemos:
“Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que agradan a los hombres, sino con sencillez de corazón, temiendo a Dios”. (Colosenses 3:22)
También leemos:
“Esclavos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que agradan a los hombres, sino como siervos de Cristo, haciendo con ánimo la voluntad de Dios”. (Efesios 6: 5-6)