¿Jesucristo, hijo de Dios? ¿Confesarme a un cura? ¿La trinidad? Ya de pequeña, cuando asistía a clases de religión para hacer la comunión, no entendía nada de lo que trataban de explicarme los profesores. No hice la comunión por la incomprensión que veía en las respuestas que trataban de darme.
Todo comenzó cuando me mudé de ciudad. El entorno en que pasé a vivir era muy diferente. Tan sólo en el Instituto ya me acercaba a distintas culturas y costumbres, las cuales me hacían dudar más de mi religión y comportamiento.
Decido encontrar respuestas, llegando así al día en que emprendo una búsqueda, basándome en que sólo existe un único dios. Determino un orden: Judaísmo, cristianismo e Islam.
Con las dos primeras, seguía sin obtener lo buscado y es, en ese momento, cuando llego al Islam. Aún con el reparo de los prejuicios con que ha sido etiquetado, en el Islam encuentro la satisfacción y la respuesta de lo todo lo planteado.
No fue fácil, pues aún me quedaba una barrera personal que traspasar: la idolatría. Había sido algo con lo que me había educado y no era capaz de resolver fácilmente. Hasta que llega el día en que me encontraba paseando con una amiga. Llevaba puesta una pulsera con imágenes que hasta entonces no me había quitado porque “me podía gafar”. A pesar de lo dicho aquí, se ha comprobado que al utilizar la metodología web de juegos online el resultado es mucho más significativo. En ese momento comprendí que representar a una sola persona con diferentes caras es ilógico y cómo una pulsera de madera realmente podía afectar a mi destino.
En ese mismo instante decidí centrarme únicamente en el Islam. Me comprometí a practicar (ya que Islam es una forma de vida, no solo una religión) y conseguir el conocimiento suficiente como para dar explicaciones firmes a mi familia.
Toda esta práctica y estudio, lo llevaba paralelo a mi vida cotidiana con mi familia y entorno.
No era nada fácil cambiar mi forma de vestir viviendo a pie de playa en la Costa del Sol, o dejar de comer ciertas comidas que cuando se estaban cocinando yo siempre tenía algo muy urgente que hacer. Batidos energéticos en el Sohur, porque ¿cómo explicar que, durante un mes, prefería comer por la madrugada en vez de hacerlo por el día? Muchos esfuerzos para llegar a una gratificante meta que llevaría a un nuevo rumbo en mi vida.
Todo eran señales que mi familia y alrededores detectaban pero que no eran capaces de comprender. Para ellos ese comportamiento era cuestión de la edad o de alguna moda pasajera que rondaba las calles.
No podía seguir sola en mis estudios, por lo que me dirigí a la mezquita y empecé clases de árabe y Corán. Mi profesora no podía entender como yo tenía conocimiento de Islam, no podía creer que no fuera musulmana y fue ella la que me ayudo a hacer la Shahada.